Solo una tigresa, dos perros y un gato han dado positivo en COVID-19, pero aún es pronto para saber la importancia de estos contagios, dice Rodríguez Ferri. Para una mejor prevención de este tipo de enfermedades, el científico recomienda que los veterinarios se incluyan en los comités de expertos de la COVID-19.
La tigresa malaya, Nadia, de cuatro años, del zoológico de Bronx en Nueva York mostró una tos seca, por eso los laboratorios veterinarios del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) decidieron hacerle un test de COVID-19. Esta semana se ha confirmado el positivo. Junto a Nadia, su hermana Azul, otros dos tigres y tres leones presentaron síntomas de la enfermedad.
Según la Wildlife Conservation Society, los felinos pudieron infectarse por uno de los cuidadores que era asintomático, antes de desarrollar los síntomas. “Ahora se han implementado medidas preventivas apropiadas para todo el personal que los cuida y los otros felinos en nuestros cuatro zoológicos, para evitar una mayor exposición de cualquiera de los otros felinos del zoológico”, decían en un comunicado.
La infección de los felinos se une a la de dos perros, uno de raza pomerania que desarrolló una respuesta inmune al virus por la presencia de anticuerpos, según la Universidad de Hong Kong, y de un gato con signos clínicos de enfermedad respiratoria, cuyo dueño estaba infectado por SARS-CoV-2, según la Universidad de Lieja en Bélgica.
Para Elías Fernando Rodríguez Ferri (Navarra, 1948), catedrático emérito de Microbiología e Inmunología de Sanidad Animal de la Universidad de León, es aún pronto para saber la importancia de estos casos puntuales de animales domésticos infectados.
“Las autoridades sanitarias veterinarias están muy atentas. El mensaje que están dando siempre es el mismo: de momento no hay evidencias suficientes para pensar que esos animales escasos que se infectan puedan contagiar a otros y sobre todo contagiar al humano”, subraya a SINC.
El catedrático emérito de la Universidad de León, Elías Fernando Rodríguez Ferri. / UNILEON
Rodríguez Ferri, presidente de la Academia de Ciencias Veterinarias de Castilla y León, precisa que es necesario partir de la epidemia del SARS en 2002 y 2003 en China y la gripe aviar influenza H5N1 en 1997 como punto de apoyo. En ambas epidemias, lo que más preocupó fue el foco animal desde el punto de vista sanitario humano. En el caso de la gripe fueron las aves –primero migratorias y después domésticas–, y en el SARS, los murciélagos a través de un animal intermediario, como la civeta.
“Cuando el virus está en un hospedador más o menos final, y muy asentado, como es el caso del hombre, no es extraño que algunos animales que conviven con él por la razón que sea como mascota o animales de zoo también se contagien”, recalca el experto. Rodríguez Ferri también destaca el sudeste asiático como un punto caliente de contagios porque “las medidas de bioseguridad en la explotación animal brillan por su ausencia, como en los mercados húmedos”.
“Por eso, no es raro que, como consecuencia de la exposición desde un humano enfermo salte a un animal. Esto es esperable”, apunta. De hecho, ya hay hechos que lo evidencian en la epidemia del SARS cuando aparecieron numerosos animales enfermos o positivos serológicamente (con anticuerpos).
“Afortunadamente, la historia, que yo espero que se repita en esta ocasión [con el SARS-CoV-2], no tuvo transcendencia epidemiológicamente. Los animales infectados o enfermos no sirvieron ni de fuente de transmisión para otros animales ni de manera inversa hacia las personas”, indica el catedrático. Los organismos internacionales como la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) o la Asociación Americana de Medicina Veterinaria (AVMA) también destacan que no hay evidencias suficientes.
Sin embargo, en EE UU, donde más de 400.000 personas se han infectado hasta el momento, la USDA establece unas recomendaciones sobre el contacto con mascotas, sobre todo en el caso de estar enfermo con COVID-19. “Evite el contacto con su mascota, incluyendo caricias, acurrucarlo, ser besado o lamido, y compartir comida. Si debe cuidar a su mascota o estar cerca de animales mientras está enfermo, lávese las manos antes y después de interactuar con las mascotas y use una máscara facial”, aconsejan.
Para el veterinario español, las medidas de distanciamiento entre dueños y mascotas en EE UU son una medida higiénica general. “Lo que hay que hacer es ser un propietario responsable si se trata con mascotas. Hay que pensar que estas situaciones pueden ocurrir e intentar que un enfermo no tenga a su lado un animal sano porque podría pasar”, comenta.
Además de la posibilidad de que las mascotas enfermen, la principal pregunta es si la infección de los animales domésticos podría volver a contagiar a humanos. La respuesta de Rodríguez Ferri es clara al respecto: “No se han descrito en este momento casos de infección por parte de animales infectados por los humanos a otros humanos en ese virus, ni sobre la experiencia preliminar del SARS”.
En aquella epidemia, los animales de animales infectados desaparecieron solos. “Fueron fondos de saco epidemiológicos. Eso es habitual”, informa a SINC. En el caso de la gripe aviar, los numerosos casos humanos terminaron en ellos mismos. Según explica el experto, para que se haya producido un caso a un animal, tenía que haber una sobreexposición de un animal enfermo o portador para que enfermara el hombre.
“Pero no se produjo lo que ahora sí se ha producido en seres humanos: el virus se se ha adaptado al hombre, ha ultimado el proceso de adaptación mediante evolución y ha sido capaz de transmitirse interhumano, de una persona a otra”, detalla. “Para que hubiera riesgo y preocupación el proceso debería ser similar en los animales, que el virus se adaptase desde la persona al gato y luego a otro gato y que fuera capaz de transmitirse muy eficazmente entre estos animales. Pero por el momento no existen evidencias”, indica.
Varios equipos de investigación están trabajando para analizar y entender de qué manera el virus afecta a los animales domésticos. En un preprint, publicado sin revisión externa la semana pasada, el equipo liderado por la Academia China de Ciencias Agrícolas realizó experimentos con gatos, perros, patos, pollos, hurones –un modelo animal usado en otras circunstancias para evaluar vacunas– y cerdos, a los que se les inocularon importantes dosis del virus.
Gatos y hurones fueron los animales más susceptibles al virus, que se replicaba en el tracto respiratorio superior del animal, pero ninguno desarrolló enfermedad grave ni falleció. En el caso de los perros, estos mostraron susceptibilidad baja a la infección por SARS-CoV-2, y los cerdos, patos y pollos ninguna.
“Esto es una buena noticia que viene a confirmar que un modelo animal como el hurón está a disposición de la medicina humana para estudiar la enfermedad como para desarrollar fármacos antivirales, o ensayos de vacunas”, dice Rodríguez Ferri.
En otro ensayo, realizado en un animalario de alta seguridad, se introdujeron tres gatos a los que inocularon el virus, y cerca pusieron en otras jaulas a otros animales sanos. De los tres sanos que se expusieron frente a los tres enfermos experimentalmente, uno solo se contagió. “Eso es lo que hay en cuanto a investigación ahora mismo. Trasladar eso a las condiciones naturales habrá que esperar a ver si la situación se confirma”, subraya el veterinario.
El conocimiento sobre el origen animal del virus SARS-CoV-2 es elemental para poder prevenir la aparición de nuevas epidemias y establecer un sistema de vigilancia y control para mitigarlas, según el catedrático emérito, que apoya la petición de los veterinarios de ser incluidos en los comités de expertos sobre el coronavirus.
“Un veterinario tiene una buena formación epidemiológica y está acostumbrado a trabajar con poblaciones y colectividades. A mí me parece que tanto desde el punto de vista diagnóstico como de prevención de grandes poblaciones, el veterinario puede aportar muchas cosas”, recalca Rodríguez Ferri, que se ha incorporado esta semana al comité de expertos del COVID-19 en Castilla y León.
Con casi un millón y medio de personas infectadas en el mundo, los veterinarios, que lidian a diario con cientos de miles o incluso millones de animales en algunas granjas, podrían colaborar en términos de bioseguridad. “Para ellos, lo más importante es la prevención. Han erradicado enfermedades en animales de las que no se disponía de vacunas utilizando elementos de bioseguridad, de desinfección y precaución”, recuerda el experto.
Además, Rodríguez Ferri recuerda que en Alemania, el principal portavoz ministerial de la crisis del coronavirus, Lothar Wieler, es un veterinario virólogo. “La profesión veterinaria está haciendo presión para que se la considere en este nivel complementario en la enfermedad en sí. Y se necesita que se comprenda”, apunta.
El experto apoya la existencia de una sola salud: humana y animal. A ellas se uniría la ambiental. “Todo ello forma un triángulo perfecto porque los problemas son cada vez más complejos y no son patrimonio exclusivo de nadie. Todo el mundo tiene una parcela de intervención”, concluye.