Los cursos online masivos y abiertos (MOOC, por sus siglas en inglés) son una modalidad educativa por la que están apostando diferentes universidades de todo el mundo. Daniel Burgos, vicerrector de Investigación y Tecnología y director de la Cátedra UNESCO en eLearning de la Universidad Internacional de La Rioja, analiza su valor real como herramienta de aprendizaje, días después de que Santander y Telefónica hayan presentado la plataforma de cursos abiertos MiriadX.
César Alierta y Emilio Botín aseguran que MiriadX va a ser el referente mundial de cursos abiertos en español y portugués. ¿Es una afirmación realista?
En mi opinión, la concentración de oferta que están intentando desarrollar no se ajusta a las necesidades del mercado y tampoco a la capacidad de oferta del resto del mundo. Parece acertado colocar una terna grande, con gran potencial de clientes: la comunicación de Telefónica; el poderío financiero del Santander, con Universia, que engloba a todas las universidades; y la UNED, con su bagaje académico, que fue la primera universidad de MiriadX. Pero todo junto representa una oferta más. Incluso en los MOOC anglosajones y norteamericanos hay varias plataformas, no existe unidad. Hay más gente activa en el mercado y, quién sabe, a lo mejor mañana Facebook ofrece MOOC en español, con sus mil millones de clientes.
¿Hay suficiente demanda de estos cursos?
El otro día participé en una conferencia y Pierre Antoine Ullmo, de PAU Education, nos explicó que existen aproximadamente 2.700 MOOC en todo el mundo, de los cuales, 300 se desarrollan en España. Parecen unos números muy bajos para tanto ruido. La demanda no existe. Se está tratando de generar. Ahora el titular es: “Se ha lanzado MiriadaX”. En realidad, MiriadaX se lanzó hace dos años con poco éxito, debido, fundamentalmente, a la precipitación del esquema. Están vendiendo que los MOOC son imprescindibles, aplicando técnicas empresariales al mundo educativo, cuando quizá no sean tan equiparables.
Según MiriadX, el 21% de los alumnos registrados en la plataforma han finalizado los cursos. En un grado de una universidad, ¿esa cifra no sería muy baja?
No conozco las cifras actualizadas pero, por poner un ejemplo, en los grados de la UNED el índice de abandono es legendario. Hablan de que tienen 240.000 alumnos, aunque son registros históricos, que no se han dado de baja. ¿Cuántos están activos? Siempre se ha hablado de la mitad, el 60% o el 80% de abandono y no es para estar orgulloso. En UNIR tenemos un índice de abandono muy bajo, un 5% aproximadamente, pero también es cierto que no hemos completado todo el ciclo de grado en muchos de ellos. En cualquier caso, el mérito es del alumno, que es quien estudia por la noche, el que los sábados no se va con los niños a pasear… El mérito es del alumno y luego, del profesor, que lo solemos tener en segundo plano pero también resulta fundamental, cómo no.
Los MOOC no requieren estudios universitarios previos. ¿Qué calidad tienen?
Es curioso que se empiece la casa por el tejado. Es algo como decir, “vamos a dotar a la población del mundo de un recurso educativo, aunque no lo haya pedido y, si funciona, construimos el resto”. ¿Dónde están los criterios de calidad? ¿Y la normalización de contenidos? Simplemente, no están. Lo que se aplica es la buena fe de un profesor de una universidad que publica un determinado curso, que él dice que es un MOOC. Pero eso tampoco es cierto: el MOOC se refiere al consumo, si es masivo, no al lanzamiento. Si tienes 100.000 alumnos es un MOOC, si tienes cinco es un curso muy interesante pero no constituye un MOOC, aunque se añada una etiqueta comercial. El diccionario online de la Real Academia Española resulta más interactivo cuando vas a buscar una palabra que esto, en muchos casos.
¿Cómo se realiza el reconocimiento de estos cursos?
El reconocimiento se realiza entre el emisor y el receptor pero, para que el receptor lo reconozca, tienen que existir unos campos cumplimentados: objetivos, competencias, resultados de aprendizaje… Si solamente hay un curso, el organismo es incapaz de reconocerlo. Falta información. Hay que aplicar una normalización. Si no existen los parámetros, no vale de nada el proceso, porque depende del entendimiento entre pares, no dentro de una comunidad. Para eso bien se puede utilizar YouTube. Mil millones de usuarios no pueden estar equivocados y un usuario puede aprender lo que quiera, en cualquier momento. El reconocimiento es una asignatura pendiente y también, la calidad y la acreditación de las instituciones que los ofrecen. ¿Solo sirven universidades? Puede que la escuela de fotografía de Nikon sepa más de fotografía que la Universidad de Stanford, pero no tengo claro que se aceptara un MOOC de Nikon. Lo que estamos analizando es cómo incorporar esa formación que se llama no formal, dentro de un programa curricular regulado. Este paso debe llegar sin falta.
UNIR forma parte del proyecto Virtual Mobility Passport (VM-Pass) para acreditar cursos de este tipo, ¿no es así?
En efecto. En realidad habría que hablar de VM-Pass y también de eMundus. VM-Pass se refiere al reconocimiento de créditos no universitarios en entorno universitario. Si una persona quiere seguir estudios de ingeniería, trabaja con Renault y hace un curso fantástico sobre termodinámica, ¿por qué todo este conocimiento no va a ser reconocido en un programa académico relacionado de una universidad? No estamos en la época del aprendizaje parcelado y la enseñanza unidireccional. La interacción es habitual. VM-Pass pretende marcar esos criterios que permitan montar una estructura de reconocimiento de créditos, de la forma más automática y fiel posible. Que sea posible una fidelidad al objetivo: el reconocimiento útil en competencias y habilidades de la persona que ha adquirido a lo largo del curso. Una vez que se identifique todo, automáticamente se puede establecer un reconocimiento de créditos no formales en ámbito formal. Eso persigue VM-Pass.
¿En qué fase se encuentra el proyecto?
Estamos en el primer año y vamos por buen camino, aunque hay ciertas discusiones sobre qué tipo de cursos sirven. Nuestro equipo de investigación es bastante transgresor. Por ejemplo, el concurso televisivo Master Chef es un caso fantástico, que ha lanzado un canal de cocina titulado Escuela Master Chef. ¿Quieres limpiar una lubina? Un chef con dos estrellas Michelin te lo enseña. ¿Eso es más o menos válido que la universidad? Si vas a la academia de cocina Le Cordon Bleu te cobran por el Gran Diploma 30.000 euros. A mí, como usuario, me da igual si eso es una universidad o no. Y si además del Gran Diploma comercializan mini cursos de técnicas básicas y lo llaman ‘la academia Master Chef’, ¿tiene menos mérito si se distribuyen online en una PDA o en un smartphone y cuesta cien euros por curso? Yo creo que no. Desde mi punto de vista, eso es formación perfectamente válida, no reglada porque no hay una acreditación, pero formal, con sus planteamientos, sus objetivos y sus competencias.
¿Y en qué consiste eMundus?
Se refiere a recursos educativos abiertos (los OER, por sus siglas en inglés) y tiene una cierta relación con VM-Pass. Trata sobre la utilización de los cursos abiertos en planes reglados. Por ejemplo, un usuario está en clase y utiliza un recurso de una persona de Nueva Zelanda. ¿Cómo lo puede usar? ¿Qué convenio se puede firmar con esta persona y las dos instituciones para que exista un beneficio mutuo? eMundus trabaja sobre todos estos recursos educativos abiertos, para encontrar la manera en que podemos integrarlos dentro de los programas reglados. Aquí en UNIR se planifica una asignatura sobre Tecnologías Emergentes, que desarrollaré yo mismo dentro de un año. De acuerdo con la dirección de la Escuela de Ingeniería, tendrá un esqueleto muy ligero y recursos educativos amplios para que, en función de lo que aparezca en cada momento de manera actualizada, los alumnos estudien lo último. eMundus trata sobre cómo llevar a cabo esta integración.
¿Cree que los MOOC son una revolución realmente del mundo educativo?
Para nada. No hay ningún tipo de revolución a nivel metodológico. Es un tema comercial, de marketing, y de distribución. Sí que existe una disponibilidad de recursos abiertos al mundo, lo que me parece perfecto. Lo que se discute es que se venda como una revolución en el mundo educativo cuando no es cierto. Lo que podemos encontrar es un curso que no ha pasado ningún filtro de calidad, colgado en Internet para que un usuario lo siga sin ningún tipo de control. ¿Eso es una revolución educativa? Sí, pero algo para atrás si nos atenemos a los hechos. Tendríamos que conseguir que esos cursos aplicaran unas analíticas de aprendizaje, una personalización de la experiencia, una estructura para que pueda haber grupos de trabajo, unas charlas magistrales, una tutorización adaptativa al usuario y al grupo.
¿Para segmentar a los alumnos?
Eso es. Así, en función de un sistema de puntuación cualitativa y cuantitativa, y de técnicas de gamificación e interacción, iríamos segmentando esos 6.000 estudiantes para personalizar la experiencia de aprendizaje e incrementar el rendimiento. Y casi nada de esto existe a día de hoy. ¿De qué revolución educativa estamos hablando? Ninguna. Tecnológicamente la estructura consiste de un servidor con cursos colgados, metodológicamente no existe novedad, pero la continua promoción de seis o siete grandes actores mundiales desde hace dos años logra una presencia artificial. Últimamente, si vas a una conferencia, quieres solicitar un proyecto de investigación o publicar un artículo científico y no hablas de los MOOC parece que no estás al día, aunque los datos apuntan en otra dirección.
Si son cursos abiertos gratuitos, ¿qué repercusiones económicas tienen?
Que sea abierto no quiere decir que sea gratis. Puede haber una parte abierta, otra que no, una que te registras, etc. Beneficios laterales hay muchos, como intangibles o de posicionamiento. Luego estaría la parte de la acreditación. Educación abierta a nivel planetario sí, pero tiene que acreditar alguien de fuera. El curso es gratuito pero alguien le tiene que poner el sello de validez. Si eso no ocurre, lo que tenemos es una macro academia de cursos con mucha gente, personalización muy baja y diez escalones menos de calidad en la enseñanza.
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