Eva Gallardo ha vivido dos de las experiencias más intensas para una matemática: anunciar la solución de un gran problema y tener que desdecirse porque se ha encontrado un error. “Fue un momento delicado, claro, pero no un fracaso”, dice. “¡Esa es la belleza de las matemáticas! Todo se puede refutar”. Gallardo acaba de ser elegida para presidir la mayor sociedad científica de su gremio.
Eva Gallardo, catedrática de Análisis Matemático de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y vicedirectora del Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT), preside desde el pasado 4 de febrero la Real Sociedad Matemática Española (RSME). En los 111 años de esta asociación —la principal en su gremio, con unos 1.700 socios y socias—, es la segunda mujer en el puesto.
Gallardo, doctora por la Universidad de Sevilla (2000), se incorporó a la UCM en 2003. Ha trabajado en la Universidad de Zaragoza y en varias universidades en Estados Unidos y Europa, como la Purdue University (EE UU). Se asoció a la RSME en 2006, el año en que la sociedad eligió a su primera presidenta, Olga Gil. Estuvo en la Comisión de Mujeres Matemáticas de la sociedad hasta 2019 y después fue nombrada vicepresidenta por Francisco Marcellán, actual presidente saliente.
¿Cómo se siente en su nuevo puesto?
Ilusionada, con un poco de vértigo y muchas ganas de trabajar. Viene un tiempo muy bonito, con retos que ya conocemos y otros que seguramente irá desvelando el tiempo. La RSME está ante una sociedad en que el conocimiento riguroso y científico juega un papel fundamental, y debemos ser capaces de hacerlo llegar.
¿Qué la decidió a implicarse en la dirección?
En algún momento hay que dar el paso. Cuando hace dos años Paco Marcellán me propuso ser vicepresidenta me lo pensé, le dije que sí y ha sido un período de trabajo muy intenso, pero muy emocionante. Ahora Paco fue el primero que me animó a presentarme y cuando depositan esa confianza en ti, es un halago. Fue lo que más me animó. Eso, y la sensación de que llamas a tu equipo y dicen “¡contigo al fin del mundo!”. Todos aceptaron enseguida. Así que pensé: venga, hay que dar un paso. Tengo muy poco que ofrecer más que mi trabajo, y si con eso es suficiente, pues adelante.
¿Poco que ofrecer? ¿Por qué?
Hay gente que a lo mejor tiene otras, no sé, conexiones… Vengo de una familia de clase media, mi padre era perito en Telefónica. Me gustaban las matemáticas porque mi padre me enseñó a multiplicar ya antes de entrar en primaria. Pero me parece que es algo bueno, una forma humilde de llegar. Este trabajo se hace sin retribución, es tiempo personal. A mí las matemáticas me han dado mucho, he llegado donde nunca hubiera soñado, he sido conferenciante en congresos muy destacados… Es como una deuda, y dices bueno, ahora es el momento de dar.
Las matemáticas están de moda. Antes un o una matemática era una ‘rara’, ahora son genios de los algoritmos y las nuevas tecnologías. ¿Lo ve así?
Las matemáticas viven ahora un momento muy dulce. Tenemos en los grados una demanda altísima. La nota del doble grado de matemáticas y física en la UCM es de 13,8 sobre 14, altísima.
¿Cómo se ha llegado ahí?
Quizás empezó en la década de los 90, había muchísima ebullición, los investigadores salían al extranjero… Yo fui a la Universidad de Michigan en mi etapa predoctoral y fue porque alguien ya había estado antes y tenía los contactos. Luego en 2006 se celebró el Congreso Internacional de Matemáticos en Madrid y fue la puesta de largo de las matemáticas españolas. Empezamos a tener conciencia de que hay que hacer una labor, bajarse del castillo de cristal en el que parecía que estábamos y trasladar a la sociedad que las matemáticas son importantes como herramienta transversal.
La catedrática de Análisis Matemático Eva Gallardo en la pizarra del aula. / Álvaro Muñoz Guzmán, SINC
¿Lo están consiguiendo?
Es como el sirimiri, ha ido calando, en gran parte por las nuevas tecnologías. Todo lo que tiene que ver con ciencia de datos, big data, machine learning… está claro que las matemáticas están detrás. Y esto hay que tratarlo con cautela, en el sentido de que este soporte científico es neutro, no tiene perspectivas políticas ni de género.
Eso que se dice de que de los algoritmos no son neutros…
No es cierto, los algoritmos sí son neutros. Lo que no es neutro son los datos que nutren los algoritmos. Si están sesgados, el algoritmo producirá un resultado sesgado. Pero las matemáticas en sí son neutras, esa es su belleza.
Las matemáticas hacen posible los traductores automáticos, los coches sin conductor… Mucha gente se quedará en paro. ¿Son los matemáticos conscientes de las implicaciones de su trabajo?
Para nosotros lo fundamental es la generación del conocimiento, la utilización de ese conocimiento no es nuestra responsabilidad, pero sí nos preocupa, claro. El conocimiento abre nuevas perspectivas a la sociedad, muchas buenas, que mejoran la vida de muchas personas, pero evidentemente puede haber usos malintencionados o consecuencias distintas a las esperadas. El equilibrio es delicado y los matemáticos tenemos conciencia de ello.
¿Cabe pensar en una ética de las matemáticas?
A lo mejor la investigación básica que se está desarrollando ahora no tiene una conexión directa con una aplicación, pero quizás la tenga en 50 o 100 años. Lo que me parece fundamental es impulsar el desarrollo de la ciencia básica, para empezar, y después ser cautos con las aplicaciones. ¿Cómo? Escapa a nuestras competencias, pero creo que cada entidad pública o privada debe tenerlo en cuenta. Vuelvo a los algoritmos: si has diseñado uno para recursos humanos y te sugiere contratar siempre a personas con las mismas características, hay algo mal. Pero no el algoritmo en sí, sino su aplicación.
¿Qué opina sobre incluir la perspectiva de género y la gestión de emociones en el currículo de primaria?
La polémica ha puesto el foco en cuestiones equivocadas. Me parece que la intencionalidad del anteproyecto de ley es utilizar las matemáticas como lenguaje transversal, independientemente del género, de la raza, de la religión, de la procedencia… Y en lo que queremos hacer mucho hincapié es en que las matemáticas no pueden seguir siendo el ogro de las asignaturas, ni en primaria ni en secundaria. El niño o la niña que las disfruta no debería ser el raro de la clase. Tenemos que hacer que la asignatura sea atractiva, esto es muy importante.
En 2013 muchos medios recogieron que usted y otro matemático, Carl Owen, habían resuelto el ‘problema del subespacio invariante’, que llevaba 80 años planteado. Luego resultó que no. ¿Qué pasó?
Es un poco delicado, pero lo cuento porque no hay nada que esconder, es la belleza de las matemáticas, que todo se puede refutar. Nosotros teníamos una construcción que era correcta y concluímos que nos permitía resolver ese problema propuesto en 1950 por John von Neumann, uno de los padres de la bomba atómica. Expertos internacionales en el área nos dieron el visto bueno e hicimos el anuncio. Pero poco después se detectó un error; nuestra construcción de partida es correcta, pero no permitía resolver el problema. Y echamos marcha atrás.
¿Siguen intentando resolverlo ahora?
Estamos en ello, sí.
Debió de ser duro.
Sí, sí. Además te encuentras con que todo ha tenido una visibilidad pública que no te esperas. Una de las cosas que aprendí en ese momento es que la sociedad también está falta de logros. Pocos sabían lo que era el problema, pero la noticia tuvo mucha repercusión.
También le pasó a Andrew Wiles la primera vez que anunció la resolución del teorema de Fermat, ¿no?
¡Sí! No es un fracaso. Es normal. En el caso de Wiles, se aisló durante siete años y al final la resolvió. Esa es la parte que tenemos que aprender a contar: la aventura. La sensación de resolver un problema es emocionante, has llegado a lo que estabas buscando. Se ha dicho que la investigación es como estar en una habitación oscura; vas tanteando y haciéndote una idea de cómo es, hasta que alguien enciende la luz y ves que efectivamente tu idea se corresponde con la realidad. Pero te puedes equivocar, también es parte de nuestro día a día. Es un reto.
Su equipo será el primero en la dirección de la RSME con más mujeres que hombres. Mientras tanto, se matriculan menos mujeres en matemáticas. ¿Por qué?
Nosotros en los grados hemos tenido entre el 40 y el 50 % de mujeres, pero está decayendo. Es de las cosas que tenemos que estudiar, todas las sociedades científicas debemos analizarlo. Hay un detrimento de las mujeres en carreras científicas y no puede ser cuestión de nota, porque Medicina, donde hay muchas mujeres, tiene una nota de corte muy similar. Aún no entendemos por qué.