Alberto Castro Muñiz trabaja a 106 Km de la central nuclear de Fukushima, concretamente en la Universidad de Tohoku, en Sendai. Allí este joven asturiano y doctor en Física contribuye a diseñar materiales nanoestructurados que se utilizarán en pequeñas celdas biológicas de combustible, con el fin de que puedan extraer energía eléctrica partir de los fluidos corporales y hacer funcionar con ella dispositivos implantables como los marcapasos. A escasas semanas de cumplirse un año del desastre nuclear, la creación científica se empeña en proyectarse hacia el futuro en un entorno marcado por la imprevisibilidad de la naturaleza.
¿Con qué piezas juega un “electricista” a escala nanométrica? ¿De qué materiales parte?
Como base, utilizaremos dos tipos de materiales mesoporosos ordenados: óxidos de aluminio y óxidos de silicio, que recubriremos con carbono para conseguir nuevos nanomateriales que puedan conducir la electricidad.
Una electricidad poco corriente.
Sí. Esperamos utilizar estos nuevos materiales como electrodos en celdas de combustible biológicas que, por medio de enzimas, utilizan la energía química de los fluidos corporales para convertirla en energía eléctrica.
¿Cómo podrá ser útil ese trabajo?
Aún no existen aplicaciones comerciales de este tipo de celdas de combustible, pero podrían utilizarse como fuente de energía para dispositivos médicos implantables, por ejemplo marcapasos, que se servirían de los fluidos corporales como fuente eléctrica. Y los materiales que forman parte de la celda de combustible también podrían actuar como biosensores.
¿Por qué Japón?
Durante mis estudios de doctorado en el INCAR-CSIC tuve dos estancias de investigación en la Universidad de Shinshu, Nagano, Japón, bajo la supervisión del Dr. Yong Jung Kim y el Catedrático Morinobu Endo, que supusieron un primer acercamiento a la forma de trabajar del país. Ahora, el supervisor del trabajo que llevo a cabo es el catedrático Takashi Kyotani, una referencia internacional en la materia.
¿Cómo se observan en la población las consecuencias del tsunami y el posterior accidente nuclear de Fukushima?
A simple vista, parece que no se han tomado medidas especiales tras el tsunami. Sin embargo, sí que la población en general ha hecho acopio de víveres, agua y linternas, entre otros artículos, para estar preparados en caso de que se vuelva a producir un terremoto como el que se vivió el 11 de marzo. De hecho, se espera que haya un terremoto de intensidad similar en un futuro no muy lejano. En cuanto a las zonas afectadas por el tsunami, aún pueden verse las consecuencias del desastre a pesar de la eficiencia japonesa en cuanto a la reconstrucción. Y hay continuas referencias a la recuperación del área de Tohoku para intentar elevar el ánimo de la población.
¿Y en cuanto a la alimentación?
No suele haber problema, aunque la gente evita algunos alimentos, principalmente pescado, así que les imito, a pesar de que el sushi y el sashimi son dos de mis platos preferidos.
¿Se siente seguro?
Sí, aunque tal vez se deba a la inconsciencia de alguien que no vivió el terremoto en primera persona. Antes de venir aquí, sabía que ésta es una de las zonas sísmicas más activas del planeta, así que sabía también a lo que me podía enfrentar.
Y, en general, ¿cuáles son las principales dificultades que debe afrontar en el día a día un joven extranjero en un país como Japón?
Pueden ser de lo más variopinto, tanto en el trabajo como fuera de él. Es complicado comprar en los supermercados, comer en los restaurantes o comprar un billete cuando no se conoce el idioma, pero los japoneses suelen ser muy amables y eso hace que uno pueda sentirse más integrado. Sin embargo, por lo que más me preguntan mi familia y mis amigos es por los terremotos. En el tiempo que llevo aquí, cada dos o tres días se siente algún temblor pequeño y, de vez en cuando, un terremoto más serio. Se puede decir que ya estoy habituándome a la sensación, aunque creo que no conseguiré terminar de acostumbrarme del todo.
¿Qué es lo más complicado del trabajo?
Estoy aprendiendo a observar ciertos procesos bioquímicos, un tema bastante alejado de mi experiencia anterior, que se centró en preparar materiales de carbono porosos a partir de materiales poliméricos, así que es el principal reto al que me estoy enfrentando.
¿Qué le motiva para tratar un tema tan complejo?
Ahora mismo, trabajo en la frontera entre la ciencia de materiales, la bioquímica y la tecnología química. Esta mezcla es lo que más me atrae, ya que la forma en la que se ha de investigar en el mundo actual tiene que ser multidisciplinar y esta estancia me está dando la oportunidad de aprender mucho en ese sentido.
Más información
Alberto Castro Muñiz nació en 1980 en Oviedo. Tras licenciarse en Física, obtuvo el doctorado por la Universidad de Oviedo en 2009, para lo que recibió una beca I3P que le permitió desarrollar su tesis en el INCAR-CSIC. Posteriormente, obtuvo una ayuda del Programa Marie Curie de la UE para incorporarse a la empresa inglesa Mast Carbon International. Actualmente, recibe una ayuda postdoctoral del Plan de Ciencia, Tecnología e Innovación del Principado (PCTI), que le ha permitido ampliar su formación como investigador incorporándose recientemente al equipo del profesor Takashi Kyotani en la Universidad de Tohoku en Sendai (Japón).