La pandemia por covid-19 activa una emoción universal: el miedo. Pero este no afecta a todos por igual. Los rebrotes pueden obsesionar a los individuos con más tendencia a la ansiedad porque "les dan la evidencia de que su miedo está ajustado a la situación", explica Lacalle. ¿Cuál es el límite? "La clave es que no nos paralice".
¿Cómo ha afectado la pandemia por COVID-19 a nuestra salud mental?
Ahora vemos maneras de comportarse más peculiares en algunas personas. Tienen más ansiedad o preocupación ante el contagio, más conductas obsesivo-compulsivas por el miedo a la infección y mantienen patrones para desinfectarse o evitar espacios en los que crean que puede haber riesgo.
¿Se trata de nuevos trastornos por la situación excepcional que hemos vivido o se arrastran del pasado?
Normalmente, los individuos con este tipo de problemas son personas que ya eran vulnerables o habían tenido trastornos anteriormente. O, como mínimo, contaban con factores de riesgo que los hacen más propensos: tendencia a preocuparse, comportamiento rumiativo, angustia…
También se da la situación opuesta, de gente que ha vivido bien el aislamiento…
Sí, las personas tímidas, reservadas, con pocas habilidades sociales y que ya de por sí tendían al aislamiento, no han vivido tan mal el confinamiento. Su problema es que ahora les cuesta volver a coger el ritmo. Pero su tendencia a no querer salir no sería tanto por el miedo al contagio sino porque les incomoda la cotidianidad de estar con gente, les cuesta un montón volver a hacer el esfuerzo de relacionarse.
¿Se podría llegar a desarrollar incluso fobia social?
En algunos casos, siempre y cuando ya hubiera previamente una restricción social antes del confinamiento. Es fundamental tener en cuenta que el estado psicológico actual de algunas personas está relacionado con cómo eran antes de que sucediera la pandemia, con su personalidad y sus formas de afrontar los problemas.
¿Quién ha podido ser el grupo de mayor riesgo en el confinamiento?
Las personas mayores han sido las grandes olvidadas. Desde el punto de vista sanitario eran el grupo de riesgo, y convivir con esa debilidad es difícil. Quizá no tenían problemas físicos importantes pero ahora se han vuelto conscientes de dicha vulnerabilidad. Muchos han perdido coetáneos, amigos, y han echado mucho de menos el contacto con la familia.
Incluso con el desconfinamiento, muchas familias han querido ser prudentes a la hora de volver a contactar y ver a los abuelos. Son el colectivo más afectado a nivel emocional.
¿Cómo de importante es dónde hayamos pasado el confinamiento?
En las grandes ciudades, las personas que han tenido balcón o una terraza —lo que puede suponer haber disfrutado de más sol o contacto con el exterior— han estado mejor que aquellos confinados en pisos pequeños y oscuros. Eso sí, más importante que el espacio en sí es con quién has estado ese tiempo.
El coronavirus ha aumentado el miedo, ¿cuándo pasará esta emoción?
Los psicólogos siempre diferenciamos una parte de miedo que es positiva porque es adaptativa. Es decir, es la causante de que ahora tengamos unas precauciones que antes no teníamos, o que hagamos lo que las autoridades nos dicen, como llevar mascarilla, lavarnos las manos o mantener la distancia de seguridad.
Si yo no me creo vulnerable o no poseo percepción de riesgo, es más probable que me salte todas las recomendaciones sanitarias. Si tengo un miedo ajustado a la situación, mantendré conductas de precaución. El problema está en la persona que lo magnifica y ve más riesgo del que hay, se cree más vulnerable y comienza a obsesionarse.
¿Y cuál es el límite?
Siempre nos surge esa duda. ¿Lo mío es normal o no? Los psicólogos siempre decimos que hay que pensar en lo que haces más que en lo que sientes. Si el miedo que tengo hace que use tanto gel que me destroce la piel, entonces quizá ya no está siendo de ayuda. La clave es que no nos paralice.
En la imagen, Montserrat Lacalle. / Foto cedida por la psicóloga
¿Cómo pueden llevar las personas más vulnerables los nuevos brotes?
A las personas que son más vulnerables a preocuparse o tener ansiedad, estos repuntes les están afectando. Básicamente porque les está dando la evidencia de que su miedo está ajustado a la situación. Confirma que no estaban exagerando, que tenían razón. Pero hay que confiar en la capacidad de adaptación que tiene el ser humano, que es la que estamos teniendo casi todos. Igual que nos adaptamos al confinamiento, nos hemos adaptado al desconfinamiento. Solo si vemos que no mejora con el paso del tiempo, nos tendremos que replantear buscar a un profesional.
¿Cuándo habría que pedir ayuda?
Cuando la persona realmente empiece a sufrir, cuando las conductas que se tienen ya no sean adaptativas y entren en conflicto. Esto no implica que sea un periodo de terapia largo y costoso, sino que ayude a afrontar el nuevo día a día de otra manera. En todo caso, yo aconsejo esperar un poco. En una misma familia, no todos tienen que vivir igual cada etapa de la pandemia. Hay que ser prudentes y dar un tiempo, cada persona es distinta.
Si viniera otro confinamiento, ¿estaríamos mejor preparados?
En algunas cosas probablemente sí, pero habría que ver cómo es. Desde el punto de vista logístico, quizás sabremos más cómo llevar el aislamiento. Y habrá cosas más avanzadas, por ejemplo, muchas empresas estarán más preparadas para el teletrabajo que a principios de este año.
De todas formas, habría que ver caso a caso. No es lo mismo tener familiares enfermos, muertes en el entorno, seguir trabajando, estar en un ERTE o sin trabajo. Pero tenemos que pensar que un segundo confinamiento implicará diversas variables económicas en muchas familias, y eso también repercute en nuestro estado emocional.
¿Tener un referente anterior ayuda?
Sí, es algo positivo. A los seres humanos nos gusta controlar y, cuando te enfrentas a algo novedoso y desconocido, siempre es más difícil a nivel psicológico y emocional. Esto ya no nos pasaría, ya sabemos lo que es estar en casa o teletrabajar todos los días. Eso es un factor que nos protege, pero habrá también factores negativos. Será difícil en cualquier caso...
¿La incertidumbre ha sido nuestro talón de Aquiles en el confinamiento?
Sí, la falta de control es un aspecto psicológico que evidentemente juega en contra. Para muchas personas, no saber si podían irse de vacaciones con estos nuevos rebrotes ha sido complicado porque la tendencia del ser humano es anticipar.
Esta situación está poniendo a prueba nuestra su capacidad de adaptación, ya que realmente no sabemos qué pasará de aquí a dos semanas. Por eso, las personas más adaptativas son las que menos sufren. Sin embargo, a aquellos a los que les gustaba tener todo superplanificado y creían tenerlo todo controlado es a los que más les está costando, se quedan bloqueados en la rabia y la frustración y eso no les permite avanzar.
¿Será cuestión de tiempo que nos adaptemos a esta nueva normalidad?
Sí, pero hay personas que están sufriendo más que otras en este camino. Ahora todo es nuevo, aunque normal no mucho. Hay muchas cosas que acabaremos interiorizando porque nos ayudará a seguir adelante. Quedarnos parados en el ‘antes era distinto’ impide evolucionar. Cuanto antes nos adaptemos, mejor estaremos.