Hace hoy 35 años, la central nuclear de Chernóbil sufrió un accidente tan grave que obligó a delimitar una zona de exclusión de 30 km, ahora convertida en una reserva natural. Sin humanos, lobos, osos pardos, linces boreales, ranas y caballos, entre otros, proliferan y se adaptan en un área radiactiva, cuyo futuro sigue sin estar claro, según el ecólogo español Germán Orizaola que trabaja sobre el terreno desde hace cinco años.