Más allá de la objetividad a la que aspira, la ciencia la hacen personas y convive con amenazas e imperfecciones. Se publica Los males de la ciencia, un libro que trata de sintetizar y exponer los principales problemas a los que se enfrenta, y que van desde el sistema de publicaciones a la falta de diversidad, pasando por la crisis de salud mental o los intereses que la rodean.
Una prepublicación pendiente de revisión analiza trabajos publicados sobre la eficacia de medidas de salud pública como los confinamientos domiciliarios, la distancia social y el uso de mascarillas. Su conclusión es que estos carecen de una calidad que permita extraer conclusiones, pero esto no implica que no funcionen. En este contexto, el ojo experto de los epidemiólogos es más importante que nunca.
En la crisis de la COVID-19 se han multiplicado los preprints, trabajos que se hacen públicos antes de revisarse. La velocidad es un arma útil que entraña riesgos al mezclarse trabajos de diferente credibilidad. Los expertos apuntan que el problema es mayor para la opinión pública que para los científicos, cuestionan las publicaciones tradicionales y creen que las formas de difundir la ciencia van a sufrir una revolución.
Los investigadores comparten sus hallazgos a través de estudios que se publican en revistas especializadas, en un proceso que puede alargarse durante muchos meses. Para acelerarlo, los biólogos siguen la estela de físicos y matemáticos, pioneros en los años 90, y quieren ahora unir plataformas y publicar en internet de forma preliminar sus trabajos con un objetivo: promover antes la discusión y transmisión de conocimiento.