El movimiento de las placas tectónicas se debe a la subducción o hundimiento de una placa bajo otra por diferencias de densidad, según la teoría más aceptada. Pero según un modelo de investigadoras del Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT) ese movimiento podría ser espontáneo, originado por la dinámica interna del manto. El nuevo enfoque plantea que la simetría y los cambios bruscos de viscosidad con la temperatura podrían estar influyendo.
Hace unos treinta millones de años, la cuenca del Mediterráneo occidental se abría por la colisión tectónica de las placas africana y euroasiática. Este episodio geológico, descrito en la bibliografía la literatura científica, fue el punto de partida de la diversificación de un grupo de arañas endémicas del Mediterráneo occidental.
Para un diseño adecuado de cualquier sistema de aprovechamiento de energía solar es esencial contar con información detallada de la radiación solar disponible. Imagen: SINC
Hasta ahora se pensaba que los movimientos de subducción y las dorsales oceánicas estaban relacionados con el avance de las placas tectónicas. Ahora, una investigación estadounidense, publicada en Nature, revela que otro fenómeno interviene en esta dinámica: las denominadas como ‘plumas del manto’.
El grupo de Simulación, Caracterización y Evolución de Materiales, que encabeza el profesor Joaquín Martín Calleja, es el responsable de este trabajo que puede detectar, a nivel micrométrico, todos los errores existentes en una placa solar, por lo que podría influir de forma importante en el rendimiento global de esta célula.
Un equipo de investigadores ha demostrado que las distribuciones de los principales grupos de primates están relacionadas con las características tectónicas de la era del Mesozoico (hace 250 millones de años). Según el nuevo estudio, cada grupo evolucionó localmente a partir de un ancestro “muy difundido” en el supercontinente Pangea hace unos 185 millones de años.
Un equipo español de científicos, que estudia la deformación reciente y activa de la Cordillera Bética, ha demostrado que la actividad de las estructuras tectónicas menores cercanas a las fallas mayores en el sureste de la Península Ibérica atenúa parcialmente el riesgo sísmico.