Conservación o captura. En la pesca, esta cuestión con diferentes objetivos –económicos y de sostenibilidad– está a menudo en conflicto entre sí. Científicos del Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsonian (Washington D.C., Estados Unidos) han diseñado una red de reservas que protege a especies amenazadas por sobreexplotación pesquera, como a las langostas que protagonizan nuestro #Cienciaalobestia de hoy, y también fomentan la pesca sostenible.
Un grupo de científicos ha podido recuperar este mes de septiembre una red de pesca abandonada dentro de la Reserva Marina de las Islas Medes en Girona, en el marco del proyecto Evitemos la pesca fantasma para proteger los fondos marinos. El arte de cerco medía 200 metros de largo y tenía un peso considerable, por lo que su retirada, tras liberar a las especies enredadas en ella, se produjo en dos fases con ayuda de globos de aire.
La actual crisis de la fauna oceánica es diferente de las cinco grandes extinciones que han ocurrido en la Tierra en los últimos 550 millones de años. Ahora, cuanto mayor sea el animal, más riesgo de extinción corre porque sus ejemplares están más valorados para el consumo humano. Con estas nuevas pruebas, los científicos reclaman un cambio en los tratados de caza y pesca para frenar la sexta extinción en masa.
Hace diez años, los científicos pusieron un límite a la pesca en el mundo: el año 2048. Si se sigue con el ritmo actual, el colapso de biodiversidad acabaría a mediados del siglo XXI con esta práctica humana para conseguir alimento. Pero el biólogo Ray Hilborn, profesor de Ciencia Pesquera en la Universidad de Washington (EE UU), asegura que es posible el equilibrio entre la explotación marina y la estabilidad de los stocks a través una gestión efectiva de la pesca.
Son un clásico del verano in crescendo. La presencia de medusas ha aumentado en las costas españolas en un nuevo escenario marítimo, fruto del cambio climático. La acción del hombre, la sobrepesca y el vertido de aguas residuales tienen mucho que ver con que la especie se acerque cada vez más al litoral.
Un equipo científico de la Universidad de Barcelona y del Consejo superior de investigaciones científicas ha descubierto en el cañón de La Fonera –conocido también como el cañón de Palamós en la costa de Girona (Cataluña)– unas ricas comunidades de corales profundos, un ecosistema marino muy vulnerable a la actividad humana.
Efectos de la actividad económica en el Mediterráneo. /Efe
Hace unos 15 años, los científicos vieron por última vez dos especies de serpientes marinas que se encontraban en peligro crítico de extinción en los arrecifes Ashmore e Hibernia en el mar de Timor. Desde entonces, se las daba por extintas. Sin embargo, los reptiles han vuelto a aparecer sanos y salvos en la costa oeste de Australia, una de ellas a 1.700 kilómetros de su último hábitat conocido. Esta semana estas serpientes marinas son las protagonistas de #Cienciaalobestia.
Gracias a los sonidos que emiten los delfines mulares bajo el mar para localizar a sus presas, un equipo de científicos, con la participación de la Universidad Complutense de Madrid, ha medido su presencia en siete áreas marinas protegidas de la costa mediterránea española. Los resultados indican que el buceo y las embarcaciones de recreo ahuyentan a los cetáceos. Sin embargo, no lo hacen ni la pesca de arrastre ni las piscifactorías, ya que favorecen la captura de alimento.
El pasado 12 de junio, investigadores de la Universidad de Barcelona, a bordo del barco Freuetó, iniciaron en el puerto de L'Estartit (Cataluña) una campaña de recuperación de redes de pesca –tanto deportivas como artesanales– perdidas y enrocadas en los fondos marinos. Su objetivo es evitar que causen un grave impacto ambiental sobre los ecosistemas marinos.