Actividades como el piragüismo, la pesca deportiva y el excursionismo han favorecido la dispersión accidental por muchos ríos de la Península de un alga invasora, conocida popularmente como moco de roca. Solo algunos pequeños organismos de los ríos, como la hidra de agua, son capaces de adaptarse al impacto ecológico de esta agua, según alerta un estudio liderado por la Universidad de Barcelona.