Al caer la noche la sensación generalizada suele ser que cuanta más luz, mejor. Más seguridad vial, más sensación de tranquilidad para el ciudadano y más bellos se ven los edificios importantes. Pero en esa carrera por iluminar cada vez más se pierde, entre otras cosas, la posibilidad de contemplar el paisaje el firmamento nocturno, declarado por la Unesco patrimonio de las generaciones futuras. Desde el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) lo saben bien, y con el fin de garantizar la actividad investigadora y, en especial, preservar la calidad astronómica de sus observatorios, mañana 31 de octubre se cumplen 20 años desde que el Parlamento Español aprobó la Ley sobre la Protección de la Calidad Astronómica de los Observatorios del IAC.
El derroche de energía que las grandes urbes producen para alumbrar sus calles, más que iluminar encandila a la ciudadanía impidiéndoles disfrutar del cielo nocturno y de sus estrellas. Varias iniciativas y proyectos han buscado luchar contra la contaminación lumínica a raíz de que el 31 de octubre de 1988 naciera la Ley del Cielo de Canarias. 20 años después, la situación parece haber cambiado, aunque no lo suficiente.