Las invasiones de los hunos liderados por Atila en el siglo V después de Cristo pudieron ser el desencadenante de la caída del Imperio romano en Occidente. Aunque los relatos romanos señalan que las incursiones bárbaras fueron violentas, el análisis de restos óseos enterrados en las frontera de aquel imperio demuestran lo contrario: agricultores romanos y pastores nómadas convivieron e intercambiaron sus estilos de vida.