La reconstrucción de 27 huesos completos de extremidades humanas encontrados en Atapuerca (Burgos) ha servido para determinar la estatura de varias especies del Pleistoceno. Homo heilderbergensis, como los neandertales, tenía una altura similar a la de las actuales poblaciones mediterráneas.
Cuando los primeros seres humanos se convirtieron en carnívoros, su dieta permitió a las madres destetar a los bebés antes y tener más hijos, con efectos profundos en la dinámica de la población y el curso de la evolución humana, según investigadores de la Universidad de Lund (Suecia).
El momento y el patrón de migración de los primeros humanos modernos ha sido una fuente frecuente de discusión e investigación. Ahora, un nuevo estudio liderado por la Universidad de Oporto (UP, Portugal) y la Universidad de Leeds (Reino Unido) basa su investigación en el análisis genético para buscar pistas sobre la migración de estos primeros humanos modernos que salieron de África hace más de 60.000 años.
La integración morfológica, determinada genéticamente, dirige la evolución de la forma del cráneo humano, según un artículo publicado en la revista Evolution. El trabajo se basa en el estudio de 390 cráneos de la colección de los denominados cráneos decorados de la iglesia católica de Hallstatt (Austria), en la que participan investigadores de la Universidad de Barcelona
Un oso pardo (Ursus arctos) en Suecia.
Las poblaciones cazadoras-recolectoras son una minoría y están bastante aisladas geográficamente, pero tienen un especial interés por presentar una forma de vida anterior a la aparición de la agricultura y el ganadería en África hace unos 5000 años. El estudio de la evolución y la historia demográfica del continente africano supone un gran reto para los genetistas debido a la elevada diversidad genética que existe entre los cientos de poblaciones que habitan.
Hasta ahora se pensaba que los humanos envejecían más lentamente que otros animales. Investigadores norteamericanos y africanos han comparado por primera vez los patrones de envejecimiento de humanos, chimpancés, gorilas y otros primates, y han concluido en un estudio, publicado esta semana en Science, que el ritmo de envejecimiento humano no es “tan exclusivo”.
El corazón de un ratón que acaba de nacer tiene la capacidad de reconstruirse tras sufrir una lesión. Imagen: Science / AAAS.
Vista del área de excavación en la cueva Hilazon Tachtit, Israel. Foto: Naftali Hilger.