Prometeo, el titán que arrebató el fuego al Olimpo para dárselo a la humanidad, sirve de modelo a la biografía de Robert Oppenheimer, el ‘padre’ de la bomba atómica. La vida de este físico extraordinario —tema de la próxima película de Christopher Nolan— nos devuelve a un período único de la historia de la ciencia: la revolución científica y tecnológica iniciada por la liberación de la energía nuclear, liderada por los físicos.
Las generaciones jóvenes ignoran lo que ha sido vivir con un horizonte dominado por un hongo atómico, la nube con forma de seta que simbolizaba el apocalipsis nuclear. Y lo desconocen porque este temor desapareció con la Guerra Fría y el desarme parcial de los misiles de EE UU y Rusia. De pronto, el espectro de una hecatombe ha sido convocado por Vladimir Putin, y el miedo nuclear, que se mantenía agazapado, se nos ha echado encima.
El Organismo Internacional de Energía Atómica ha perdido el contacto con los sistemas de datos de la central ucraniana de Chernóbil, que, aunque lleva cerrada desde el año 2000, se ha quedado sin suministro eléctrico por la presencia de las fuerzas rusas. Esto viola la garantía de un aporte constante de energía a este tipo de instalaciones y es motivo de preocupación por la seguridad del material nuclear almacenado dentro.
La Comisión Europea ha presentado hoy su propuesta final para que la energía nuclear y ciertas plantas de generación eléctrica a partir del gas se consideren inversiones “verdes”, una controvertida iniciativa que aún podrían bloquear los Estados miembros o el Parlamento Europeo.
Investigadores del Instituto de Física Corpuscular han publicado el primer estudio de la desintegración beta de isótopos del niobio. Este tipo de desintegración es un proceso fundamental para entender lo que pasa dentro de un reactor nuclear y el niobio es uno de los elementos más desconocidos y difíciles de medir durante su funcionamiento.
Hasta ahora se pensaba que la primera explosión que desencadenó el accidente de Chernóbil se debió a un escape de vapor de agua, pero ahora científicos suecos apuntan que fue un chorro de partículas radiactivas las que salieron antes disparadas a gran altura. Después, en menos de tres segundos, ocurrió la explosión de vapor que rompió el reactor, emitiendo nuevas partículas pero a alturas más bajas.
El proyecto europeo SHAMISEN trabaja para mejorar, en el caso de accidente nuclear, el seguimiento médico y las condiciones de vida de las poblaciones afectadas sin generar daños colaterales o ansiedad innecesaria. Participantes de 19 instituciones europeas y japonesas hicieron un análisis crítico de la respuesta a accidentes previos, particularmente en Chernóbil y Fukushima. El resultado es un documento de 28 recomendaciones para optimizar la respuesta a un accidente de radiación.
La cantidad de uranio-236 en las aguas situadas entre la Riviera italiana y Córcega excede en un factor de 2,5 los valores esperados en esta zona del Mediterráneo, según los análisis realizados por investigadores del Centro Nacional de Aceleradores. Los autores desconocen el motivo, pero apuntan a la planta de reprocesamiento de combustible nuclear de Marcoule (Francia), a las operaciones rutinarias de otras instalaciones nucleares y al accidente de Chernobyl como posibles causas.
El físico italiano que creó el primer reactor nuclear