Un estudio internacional con participación del CSIC demuestra que, a diferencia de lo que se creía, las zonas secas y pastoreadas son reservorios de diversidad vegetal. Esta incluso puede aumentar con la aridez. La flora de estos ecosistemas inhóspitos desarrolla estrategias únicas de adaptación para asegurar su supervivencia.
Los ecosistemas áridos se adaptan con el cambio climático a los sistemas templados, según un estudio que cuenta con la participación del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Estas zonas desérticas aumentarán en unos 17 milliones de km2 para 2100.
La Fundación Rei Jaume I entrega este lunes estos reconocimientos a quienes son, a su juicio, la vacuna para la ciencia y la I+D+i española. La reina Letizia presidirá la ceremonia.
El aumento del nitrógeno reactivo de la atmósfera proveniente de la contaminación atmosférica y de las actividades agropecuarias altera la distribución de las plantas en el ecosistema mediterráneo. Esta degradación del matorral favorece la aparición de plantas nitrófilas, también conocidas como malas hierbas, que pueden terminar desplazando a las especies autóctonas.
La desertificación es una de las consecuencias más visibles del cambio climático. En España, un 20% del territorio ya ha perdido casi la totalidad de su vegetación, según un estudio del CSIC. Los investigadores constatan, además, que un uno por ciento sigue erosionándose y que los cultivos herbáceos son el paisaje más proclive a desaparecer.
Investigadores de la Estación Experimental de Zonas Áridas han evaluado los posibles efectos del cambio climático en el Sureste de la Península, tomando como modelo el análisis de una de las plantas más comunes de este tipo de entornos, Phagnalon saxatile.
Según un estudio internacional que publica hoy la revista Nature, liderado por la Universidad Rey Juan Carlos, factores asociados al cambio climático, como el incremento de aridez, provocarán desajustes en los ciclos del carbono, nitrógeno y fósforo, vitales para el desarrollo de la vida.
Las zonas áridas de Andalucía se caracterizan porque en su parte más superficial presentan una fina capa (invisible al ojo humano) donde viven una gran cantidad de comunidades de microorganismos como bacterias, algas, hongos, musgos o líquenes y que los expertos denominan costras biológicas del suelo. Investigadores de la Universidad de Almería han demostrado los efectos de estas comunidades para la estabilidad de los suelos, el agua, los sedimentos, la distribución de nutrientes en el paisaje y, en última instancia, para mantener el buen funcionamiento del ecosistema.
Los efectos de la carencia de agua en el mundo.