La masa terrestre crece, sin prisa pero sin pausa, desde hace 3.500 millones de años. Hasta ahora, se pensaba que el aumento iba ligado al hundimiento de la corteza oceánica, pero el hallazgo de un equipo de investigación español cambia este paradigma científico.
Hace 95 millones de años, Australia se tambaleó después de separarse lentamente de la Antártida unos millones de años antes.
Hace justo un siglo, el meteorólogo alemán Alfred Wegener postuló el concepto de deriva continental y la existencia de Pangea, el supercontinente que al fragmentarse originó los actuales. Ridiculizado y rechazado por la sociedad de su época, el científico quedó en el olvido. Unas décadas más tarde, las nuevas técnicas geológicas permitieron aceptar la teoría de Wegener, que es la base de la actual tectónica de placas y un tema recurrente hasta en películas de animación como Ice Age 4, tal y como nos cuenta Josep M. Parés, geólogo en el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH).
Amborella, un tipo de planta que sólo se da en Nueva Caledonia. Foto: Willhem Barthlott.
Una investigación geológica afirma que los continentes tienden a romperse por las zonas de anteriores colisiones
Las cicatrices de antiguas colisiones marcan el camino por donde los continentes vuelven a romperse. Ésta es la principal conclusión de una investigación internacional en la que participa el geólogo de la Universidad de Salamanca Gabriel Gutiérrez y que acaba de ser publicada en la revista Investigación y Ciencia tras aparecer en American Scientist. En concreto, el estudio se centró en la formación y desaparición del Océano Reico, que nació hace 500 millones de años al desgajarse los continentes Avalonia y Carolina del supercontinente Gondwana.