Los conos, unos caracoles carnívoros de aguas profundas, protagonistas del #Cienciaalobestia, rastrean los fondos marinos en busca de peces, gusanos y otros moluscos a los que inyectan una toxina que puede ser incluso fatal para el ser humano. Pero algunos de los compuestos de este veneno podrían tener aplicaciones farmacológicas como antiinflamatorios o analgésicos, según ha descubierto un equipo de científicos.