Si alguien perjudica a otros, los humanos tendemos a querer que se le castigue para que no se vuelva a repetir su mala acción. Un equipo de científicos ha analizado los orígenes de esta motivación en unos experimentos con niños y con chimpancés y concluye que tanto los grandes simios como los niños a partir de los seis años quieren ver cómo el otro recibe el castigo.
Investigadores de la Fundación Juan March y la Universidad de Duke (EE UU) han analizado el objetivo del voto de castigo como forma de expresar la insatisfacción con un partido en las elecciones. Los votantes con preferencias moderadas son más propensos a este tipo de voto que los de extrema izquierda o extrema derecha.