Desde que en 1994 se descubrieron los primeros restos de Homo antecessor las investigaciones sobre los episodios de canibalismo que se sucedieron en el nivel TD6 -2 del yacimiento de Gran Dolina, en Atapuerca (Burgos) no han parado. En este estrato, de 800.000 años de antigüedad, han aparecido más de 160 fósiles de esa especie con marcas de corte realizadas con las herramientas líticas y con fracturación intencionales, siendo el caso de canibalismo conocido más antiguo. Los restos de homininos de este conjunto están procesados y consumidos por otros congéneres, como lo demuestran las mordeduras humanas observadas. Ahora, una nueva investigación aporta más luz sobre este comportamiento.
El canibalismo sexual en las arañas –el ataque y consumo de machos por parte de las hembras antes o después de la cópula– está muy extendido. Una nueva investigación analiza la razón por la que este comportamiento tan extremo se produce a veces incluso antes de que las hembras se hayan asegurado el esperma para fecundar sus huevos.
Un problema con el que se enfrentan con frecuencia quienes investigan sobre restos arqueopaleontológicos es la dificultad para dilucidar la autoría de las marcas realizadas con los dientes. Con el fin de contribuir a solucionar el problema, una investigación liderada por el Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social, ha realizado un estudio experimental basado en 200 huesos modernos aplicando los resultados a los fósiles descubiertos en los yacimientos de Atapuerca.
Desde hace años se sabe que el Homo antecessor, una especie homínida que vivió hace unos 800.000 años en Atapuerca (Burgos), practicaba el canibalismo, pero nunca ha quedado claro por qué lo hacía. Un estudio publicado en el Journal Human Evolution sugiere que el infanticidio y el canibalismo se practicaron por la defensa y ampliación de un territorio rico en recursos, una conducta que se observa ahora en los chimpancés.
Un equipo internacional de científicos, con participación española, arroja luz sobre el canibalismo e infanticidio perpetrado por los primates al documentar por primera vez estos actos en el tamarino bigotudo (Saguinus mystax). Las madres, que son incapaces de criar a sus pequeños sin la ayuda paterna, cometen infanticidio para evitar la muerte posterior de su cría en un contexto de estrés y de competencia con otras hembras.
Imagen en el óptico y rayos X e ilustración de BP Piscium. (Imagen: NASA/CXC/RIT/J. Kastner et al. Optical: UCO/Lick/STScI/M. Perrin et al. Ilustración: CXC/M. Weiss)
Investigadores del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES) y del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) constatan que el canibalismo fue una práctica habitual en la Península Ibérica. El estudio, que publica la revista Current Anthropology en su último número, constata el caso de canibalismo cultural más antiguo conocido hasta el momento.
Investigadores españoles, americanos y mexicanos han presentado la primera descripción cuantitativa del canibalismo de las hembras de serpiente de cascabel (Crotalus polystictus) con el seguimiento de 190 reptiles. El estudio permite aclarar que estos animales ingieren de media el 11% de la masa postparto (sobre todo, huevos y crías muertas) para recobrar energías para la próxima reproducción.
El canibalismo de las serpientes de cascabel permite a las hembras recuperarse tras el parto
El director del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana y codirector de las excavaciones de los yacimientos pleistocenos de Atapuerca José María Bermúdez de Castro ha asegurado que las investigaciones que vienen realizando en torno a los restos fósiles humanos de Homo antecessor (900.000 años) hallados en el yacimiento de la Gran Dolina evidencian que el canibalismo que practicaban era "gastronómico, es decir, prolongado en el tiempo" y no de supervivencia.