Hasta ahora se pensaba que los trocitos de cal que aparecían en el hormigón del Imperio romano eran fruto de mezclas descuidadas o materias primas de mala calidad, pero en realidad aportaron una capacidad de 'autocuración' a este milenario material, según un estudio internacional. El hallazgo podría tener aplicación en las construcciones modernas.
Investigadores del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico y las universidades de Granada y Jaén han comprobado que la cal fabricada con métodos que ya usaban los romanos es más estable, duradera y ecológica que la elaborada con los sistemas de fabricación actuales. La cal tradicional también resulta mejor que la industrial cuando se aplica en la conservación del patrimonio cultural.
Los aditivos convencionales tienen calcio y cuando se echan en los suelos con sulfatos se producen reacciones adversas desde el punto de vista económico y medioambiental. Ahora investigadores de la la Universidad del País Vasco y la Universidad Pública de Navarra proponen usar un aditivo alternativo a base de magnesio para evitar esos problemas y mejorar las propiedades constructivas de este tipo de suelos.
Investigadoras de la Universidad Politécnica de Madrid han desarrollado un panel con residuos textiles que mejora las condiciones térmicas y acústicas de las edificaciones, a la vez que reduce el impacto energético asociado a la producción de materiales de construcción y las emisiones de gases de efecto invernadero.
Los científicos creen haber encontrado un método viable para reducir los niveles de CO2 en la atmósfera: añadir cal al agua del mar. Este procedimiento tendría el potencial de revertir drásticamente la acumulación de CO2 en la atmósfera a los niveles anteriores a la revolución industrial, según publica la revista Chemistry & Industry.