Un estudio tafonómico liderado por la investigadora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, Ruth Blasco, presenta evidencias de que las aves no solo fueron aprovechadas como alimento, sino también por sus plumas durante el Pleistoceno medio.
Al final del Pleistoceno se produjo un cambio en la cuenca mediterránea que llevó a sus habitantes a alimentarse con animales más pequeños, como los conejos. Estas variaciones en la dieta pudieron deberse a cambios ecológicos que afectaron a las comunidades de grandes mamíferos, reduciendo su población o incluso haciéndolas desaparecer. Esta es una de las conclusiones de un estudio en el que ha participado el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana de Burgos.
Un equipo de paleontólogos, con la participación del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, ha realizado un estudio sobre los patrones de fractura ósea de restos fósiles de 50.000 años del yacimiento francés de Abri du Marás. El trabajo, que aporta información sobre los animales consumidos y su procesamiento, ha permitido explorar cuestiones sobre el aprendizaje y la transmisión de información entre grupos de neandertales.
Un estudio en el yacimiento de la Grotte des Barasses II, en Ardèch (Francia), en el que participa el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, ha descubierto nuevos datos sobre las aves de este yacimiento francés del Paleolítico medio, que aporta información sobre la actividad de mamíferos carnívoros y rapaces.
Un estudio liderado por científicos españoles presenta evidencias de que en el noreste de la península ibérica hubo presencia de macro fauna de especies frías como mamuts y rinocerontes lanudos. Estos animales estarían asociados a condiciones climáticas rigurosas, según los restos hallados en el yacimiento catalán de la Cova del les Teixoneres del Paleolítico medio.
El Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana de Burgos ha iniciado una nueva línea experimental con carnívoros salvajes para caracterizar las modificaciones causadas por estos animales en yacimientos arqueológicos prehistóricos. La variedad de agentes y procesos que pueden actuar durante el proceso de formación de los yacimientos es amplia, pero los agentes biológicos acumuladores más relevantes son los homínidos y los carnívoros, según el estudio.
Hervidas, salteadas o a la brasa, las tortugas siempre han formado parte del menú de las culturas más exóticas. El hallazgo de marcas de procesamiento humano sobre restos fósiles de caparazón y huesos de tortuga en el yacimiento israelí de la Cueva de Qesem demuestra que los grupos humanos incluían ya hace 400.000 años a estos reptiles en sus dietas.
¿Cómo era la vida de un hombre solitario hace 40.000 años? Esto es lo que revela el estudio de los restos óseos de uno de los Homo sapiens más antiguos encontrados en Asia oriental. En concreto, la investigadora del Museo Nacional de Ciencias Naturales, Yolanda Fernández Jalvo, ha reconstruido cómo vivió y murió el hombre de Tianyuandong.
Las marcas observadas en los restos fósiles pueden ser de origen humano o animal. Un experimento realizado por el IPHES ha permitido demostrar que las marcas halladas en huesos de conejos en yacimientos arqueológicos son obra de crías de lince ibérico, que modifican los restos de la misma manera que sus progenitores. Los resultados arrojan luz sobre los comportamientos de los linces durante la prehistoria.
En las afueras de Sant Martí de Maldà (Lleida), se desarrolla el Projecte Tafonòmic, una investigación científica de arqueología y antropología experimental pionera en toda España con el objetivo de reconstruir la historia y evolución de los restos según cómo hayan sido inhumados. Hasta ahora se han enterrado 26 cerdos, algunos con cal y otros envueltos en una tela de algodón.