Una misteriosa anomalía y otros cambios en el campo magnético terrestre quedaron grabados en granos de óxido de hierro de antiguos ladrillos de Mesopotamia, que se han podido datar gracias a los nombres inscritos de Nabucodonosor II y otros reyes, según un nuevo estudio de "arqueomagnetismo".
Este tipo de escritura es uno de los sistemas más antiguos de la historia. Actualmente, se conocen dos duplicados de este texto, ambos conservados en clavos de fundación, es decir, en conos de arcilla que se encajaban en las paredes de los templos.
Un equipo de investigación de la Universidad de Isfahan, en Irán, ha analizado en el Sincrotrón ALBA de Barcelona la composición de unos antiguos vidrios iraníes de hace más de 4.000 años. Estas piezas decorativas fueron encontradas en el zigurat de Chogha-Zanbil, un templo piramidal declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Los análisis se realizaron en más de 100 puntos diferentes de los objetos y determinaron que el vidrio contiene calcita, cristobalita y yeso.
Una campaña arqueólogica de la Universidad Autónoma de Barcelona en el yacimiento de Gird Lashkir, en Irak, ha mostrado la evolución desde las sociedades campesinas hacia las primeras ciudades mesopotámicas. Según los investigadores, no hay una secuencia de ocupaciones similares en toda la zona. Destaca el hallazgo de un sorprendente conjunto de figuritas de arcilla cocida con forma de bóvido que podrían ser juguetes o tener un significado religioso.
Casi un milenio antes de que se escribiera la Biblia, una pieza de arcilla del tamaño de un móvil ya contaba la leyenda de Atrahasis, un héroe de Babilonia que construyó un arca circular gigante para salvarse de una gran inundación, llevando consigo animales salvajes recogidos de dos en dos. La reliquia se exhibe en el Museo Británico y según el conservador Irving Finkel, autor de libro The Ark Before Noah, este tipo de historias de la antigua Mesopotamia inspiraron el mito del arca de Noé.
Una tablilla babilónica del año 1.750 a. C. habla sobre un arca como el de Noé, pero redonda. / Óscar Sacristán/SINC