Una nueva app llamada GeoODK permitirá, gracias a la ayuda de los ciudadanos, elaborar un mapa que muestre el estado de salud de los encinares, que sufren grandes daños debido al aumento de las sequías. Esta red de observación del decaimiento del encinar en la Península Ibérica que han desarrollado investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) será muy útil para optimizar las estrategias destinadas a su conservación.
Científicos de Argentina y Estados Unidos han elaborado un método que revela la densidad de la vegetación en épocas pasadas a través de los registros fósiles y lo han aplicado a la Patagonia para conocer las variaciones que sufrió esta región geográfica a lo largo de 38 millones de años. Esta información se puede relacionar con los cambios climáticos del pasado e incluso con las diferentes formas de los dientes de los animales herbívoros en distintas épocas.
Investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas han realizado un análisis crítico de las publicaciones sobre los impactos en ecosistemas y organismos. Según los resultados, los científicos han señalado que existen evidencias “convincentes, pero no concluyentes” de que el cambio climático sea la causa de esas transformaciones.
La Antártida es un laboratorio natural único que alberga formas de vida singulares y constituye el mejor termómetro del cambio climático. Los países más cercanos a la península antártica, Chile y Argentina, están especialmente interesados en tener una fuerte presencia. Estos días, en pleno verano austral, concentran el mayor número de científicos en la Antártida y buena parte de ellos habla español.
La revista Nature se atreve a predecir los grandes hitos que podremos esperar de la ciencia del nuevo año. Entre ellos, destaca la secuenciación en España del ADN humano más antiguo, hallado en 2013 en el yacimiento de Atapuerca, de 400.000 años de edad. Entre las grandes jóvenes promesas del año está un español: Óscar Fernández-Capetillo, que investiga en el CNIO moléculas contra el cáncer.
Los cristianos creen que al sexto día Dios lo había creado todo: el cielo, la tierra, el agua, los animales y el hombre. Hoy ese paraíso se desmorona por la deforestación, el deshielo de los casquetes glaciares y la contaminación. En las últimas décadas, la conciencia medioambiental y la lucha contra el cambio climático se han incorporado a las religiones. Pero no todos los sectores están a favor y hay quienes consideran a la ecología como el nuevo enemigo que ha reemplazado al comunismo.
Nature Climate Change publica hoy un artículo de un conjunto de investigadores, entre los que se cuentan Elías Fereres y Margarita García-Vila, de la Universidad de Córdoba y el Instituto de Agricultura Sostenible del CSIC, según el que la producción del cereal se reduciría un 6% por cada grado que aumente la temperatura
Los efectos catastróficos de la desforestación no se limitan al aumento de CO2 en la atmósfera. Por primera vez, un estudio publicado en la revista Nature Climate Change examina los impactos que tiene la eliminación de los bosques tropicales, conocidos como 'los pulmones del mundo', en los sistemas eólicos e hídricos de todo el planeta. Las poblaciones sentirán el impacto de estos cambios, ya sea en Brasil, en el medio oeste de los EE UU, en Europa o en Asia.
La diplomacia europea se enfrenta a un reto sin precedentes tras la Conferencia sobre Cambio Climático de Lima (Perú), que finalizó el pasado domingo 14 de diciembre, según afirmaron el presidente de la delegación del Parlamento Europeo en la cumbre, Giovanni La Via, y su vicepresidente, Jo Leinen. Los eurodiputados consideran que Europa debería trabajar para construir puentes entre los países desarrollados y los que están en vías de desarrollo.
El aumento del CO2 en la atmósfera registrado en los últimos 150 años no ha provocado un mayor crecimiento de los árboles tropicales, como se pensaba. Una investigación ha analizado los anillos de los troncos de diversas especies arbóreas de Bolivia, Camerún y Tailandia, y los resultados sugieren que los bosques tropicales no estarían compensando las emisiones antropogénicas de CO2. En cambio, los científicos han observado que necesitan menos agua y, por lo tanto, realizan un uso más eficiente de este recurso.