Investigadoras de las universidades de Valencia y Cambridge proponen a la zeína, un material natural obtenido del maíz, como alternativa a los derivados del petróleo para el diseño de dispositivos de monitorización, biokits y biosensores. El trabajo tiene aplicaciones directas en los campos medioambiental y en ciencias de la salud.
Investigadores de la Universidad Nacional de Educación a Distancia y el CSIC han demostrado la utilidad de algunos materiales de carbono en la deshidrogenación del bioetanol, un tipo de biocombustible. En concreto, han comprobado que el grafeno y el grafito proporcionan mejores resultados que el sílice convencional.
Investigadores de la Universidad de Jaén han logrado aumentar en un 30% la producción del etanol obtenido a partir de restos de poda de olivo. La mejora del proceso de producción se ha conseguido gracias a la participación del microorganismo E. coli, capaz de convertir en biocombustible los distintos tipos de azúcares contenidos en los residuos agrícolas.
Investigadores de la Universidad Pública de Navarra y del Instituto de Agrobiotecnología han realizado un estudio con plantas de tabaco, modificadas genéticamente, a partir de las cuales se puede producir entre un 20% y un 40% más de etanol, lo que aumentaría su viabilidad como materia prima para producir biocombustibles.
Investigadores de Universidad Pública de Navarra han demostrado por primera vez que las tiorredoxinas, unas proteínas del tabaco, ayudan a aumentar el almidón y los azúcares de esta planta si se modifica genéticamente, por lo que se podría utilizar para fabricar bioetanol. Tambien han comprobado la viabilidad del tabaco como herramienta biotecnológica para producir proteínas como la albúmina humana.
Investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid han conseguido estimar el potencial de producción de bioetanol a partir de chumberas en Almeria y la ubicación óptima de las plantas de producción de este biocarburante. El equipo ha determinado que la superficie máxima apta para el cultivo de esta planta puede ser del orden de las 100.000 ha, con una producción que podría llegar a 96 Ml de bioetanol al año.
¿Cómo podemos aprovechar la gran cantidad de residuos de frutas y hortalizas que la industria agroalimentaria desecha? La obtención de energía, agromateriales y nuevos alimentos es una de las opciones propuestas por los investigadores del Proyecto Europeo Value, coordinado por la Asociación para la Investigación, el Desarrollo y la Innovación Alimentaria de La Rioja (CTIC-CITA).
Una investigadora de la Universidad de Salamanca han llevado a cabo un estudio que analiza los impactos que la producción de bioetanol. La autora señala que en algunas comunidades indígenas de Brasil, una planta de bioetanol puede suponer un desplazamiento y la destrucción de su modo de vida. En cambio, en otros lugares este tipo de producción puede significar un empujón al desarrollo de la comunidad.
Un proyecto de investigación hispano-argentino en el que participan científicos de la UNED propone utilizar las zanahorias descartadas para fabricar bioetanol. Obtener biocombustible a través de la fermentación de azúcares es algo común, pero hasta ahora no se había probado con estas hortalizas.
Una investigación pretende producir enzimas a bajo coste a través de una fermentación de residuos agrarios en estado sólido para facilitar la obtención del biocombustible.