El pasado 9 de enero, cien intelectuales francesas se oponían al movimiento #MeToo, se quejaban de un nuevo “puritanismo” feminista y defendían la libertad de los hombres a importunar a las mujeres con el flirteo. Días después, una de sus firmantes, la actriz Catherine Deneuve, ya ha pedido disculpas a las víctimas de abusos. El manifiesto ha generado un intenso debate social sobre la línea que separa la seducción del acoso, una diferencia que está bien analizada por los estudios de género: el acoso sexual es, sobre todo, un ejercicio de poder.