Hace siglo y medio, en los bosques del norte de Europa, se encontró una resina fósil con una flor encerrada en su interior: Stewartia kowalewskii, de 2,8 cm de diámetro y con unos 35 millones de años de antigüedad. Ahora, dos investigadoras han analizado su polen y consideran que se trata de otra especie: Symplocos kowalewskii.
No es solo por el exquisito sabor del cacao. Investigadores de la Universidad de Leeds (Reino Unido) han comprobado que los ingredientes del propio chocolate interactúan con la saliva, generando una suave película grasa que recubre la lengua y hace que este producto se sienta cremoso durante todo el tiempo que permanece en la boca.