Los saltos de una mantis religiosa no tienen nada que envidiarles a los del Circo del sol. Sus brincos –desde el despegue, hasta el aterrizaje– duran menos de una décima de segundo, más rápido, incluso, que el parpadeo del ojo humano. Durante el salto, el cuerpo del insecto gira en el aire a una velocidad de alrededor de 2,5 veces por segundo. Y sin embargo, los saltos de la mantis son increíblemente precisos. Jamás fallan el blanco.
¿Se imaginan que un patinador sobre hielo que gira sobre sí mismo pudiera detenerse hacia una dirección específica? Eso es exactamente lo que hacen las mantis. ¿Cómo lo logran? Según los investigadores, que han publicado sus observaciones en la revista Current Biology, porque rotan de forma independiente distintas partes de su cuerpo. El giro se transfiere de un segmento del cuerpo a la siguiente, manteniendo la estabilidad del cuerpo. Este descubrimiento podría tener aplicaciones futuras en el movimiento de pequeños robots.