En las islas tunecinas de Kuriat, a 20 kilómetros de la ciudad meridional de Monastir, se esconde un destino muy codiciado por los turistas pero también el santuario de la tortuga marina "caretta caretta", declarada "especie vulnerable", que cada año llega en mayor número para depositar sus huevos pese a que las amenazas no amainan.
Este paraíso de aguas turquesas es el único lugar estable de nidificación en Túnez y uno de los pocos del norte de África para la conocida como tortuga cabezona o boba, de la que según la ONG "World Wildlife Fund" (WWF) existen unas 600.000 hembras reproductoras.
¿Su secreto? Limitar la presencia humana en las dos islas: la grande, militarizada de acceso restringido, y la pequeña, restringida al turismo diurno durante la época estival.