Un inusual tipo de pez parpadeante, el saltarín del fango o 'saltabarros', pasa gran parte del día fuera del agua y está proporcionando pistas sobre cómo y por qué pudo evolucionar el parpadeo durante la transición a la vida terrestre de nuestros antepasados. Una nueva investigación muestra que estos peces anfibios han desarrollado este comportamiento, que sirve para muchos de los mismos propósitos que en los humanos.
Los resultados del estudio, que se publica hoy en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, sugieren que el parpadeo puede formar parte del conjunto de rasgos que evolucionaron para permitir la transición a la vida en la tierra de los tetrápodos (el grupo de animales que incluye mamíferos, aves, reptiles y anfibios) hace unos 375 millones de años.
"Los animales parpadean por muchas razones", explica Thomas Stewart, profesor adjunto de biología en la Universidad Estatal de Pensilvania (EE UU) y autor principal del trabajo, “nos ayuda a mantener los ojos húmedos y limpios, a protegerlos de lesiones e incluso a comunicarnos”.
Estudiar la evolución de este comportamiento ha sido difícil porque los cambios anatómicos que permiten parpadear se producen sobre todo en los tejidos blandos, que no se conservan bien en los registros fósiles, señala el investigador. “El saltabarros, que evolucionó de forma independiente, nos da la oportunidad de comprobar cómo y por qué evolucionó el parpadeo en un pez vivo que sale regularmente del agua para pasar tiempo en tierra".
Para entender cómo evolucionó la capacidad de parpadear en el anfibio, los investigadores analizaron su comportamiento con vídeos de alta velocidad y compararon su anatomía con la de un pez acuático estrechamente emparentado que no parpadea. Los ojos del pez del fango sobresalen de la parte superior de la cabeza, como los de una rana.
Para parpadear, los peces retraen momentáneamente los ojos hacia las cuencas, donde están cubiertos por una membrana elástica llamada "copa dérmica". El parpadeo del saltabarros dura aproximadamente lo mismo que el de un ser humano.