El número de horas que necesitamos para dormir depende de las características específicas de cada individuo (constitución, hábitos de vida, edad y género). Cuando una persona deja de dormir, el cuerpo inmediatamente empieza a notar los efectos de esta falta de descanso.
Entre las 12 y las 24 horas sin dormir se dan los primeros síntomas, puramente subjetivos: malestar corporal, irritabilidad y desánimo en el área afectiva, y leves alteraciones de concentración y memoria en el área del rendimiento. Todo ello acompañado de un aumento claro de la somnolencia.
Cuando pasamos a periodos de 48 a 72 horas sin dormir, pueden aparecer los primeros síntomas neurológicos blandos: leves alteraciones en los reflejos (corporales y oculares), alteraciones en los tiempos de reacción, ‘nistagmus’ (movimiento involuntario e incontrolable de los ojos), unidas a un incremento exponencial de la somnolencia. Se acentúa la irritabilidad y el desánimo.
Cuando el periodo de privación pasa de las 72 horas, se observan las primeras alteraciones metabólicas: hormonales, inmunológicas e hipotermia. Además, aumenta la secreción fundamental de tres hormonas: catacolaminas (adrenalina, dopamina, noradrenalina), el cortisol y la insulina, con una disminución a la tolerancia a la glucosa, por lo que no dormir nos hace más propensos a la diabetes.
¿Cuánto aguantaría una persona sin dormir? Aunque en el ser humano no se han podido realizar estudios formales de privación del sueño por motivos éticos, el récord mundial de permanencia despierta lo tiene Randy Gardner, un estudiante de California (EE UU) al que en 1964 mantuvieron despierto un poco más de 11 días, exactamente 264 horas y 12 minutos. Al cabo de unos días sin dormir, empezó con alucinaciones cognitivas severas, delirios importantes y un cuadro psicótico. Llevado al extremo, este chico habría fallecido. Después de la prueba Gardner apenas durmió 14 horas, lo que demuestra que el sueño no se recupera.
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