Aunque al principio parece sólo una simple –pero molesta– diarrea, la disentería puede llegar a alcanzar una intensidad tal que acaba con la vida de sus pacientes. Hasta el siglo XX, poseía un historial de muertes digno de las enfermedades más letales.
Se había cobrado –entre muchas otras- las vidas de los reyes británicos Juan sin Tierra y Enrique V, el emperador mongol Akbar El Grande y el corsario Francis Drake. Además, diezmó a la Grande Armée con la que Napoleón intentó invadir Rusia y a las tropas estadounidenses que se enfrentaron entre sí en la Guerra de Secesión.
El hombre que descubrió la vacuna que permitió combatir a esta peligrosa enfermedad, Juan Planelles Ripoll, nació en Jerez de la Frontera un 8 de abril de 1900. Siguiendo la tradición familiar, estudió medicina en Madrid. Durante los años treinta colaboró con Gregorio Marañón e introdujo en España las teorías conductistas de Pavlov. Simultaneó su labor profesional con su compromiso político, ya que llegó a formar parte del Comité Central del PCE, al que se afilió debido a su amistad con La Pasionaria.
Con el estallido de la Guerra Civil se encargó de organizar la sanidad en Madrid y, en mayo de 1937, fue nombrado subsecretario de Sanidad Pública para toda la zona republicana. Pero la derrota de los sublevados hizo que tuviera que exiliarse a la URSS, donde continuó ejerciendo como profesor.
Fue allí donde descubrió la vacuna contra la disentería, que probó en las Casas de Niños Españoles. Sus hallazgos quedarían reflejados en el libro Efectos secundarios del tratamiento con antibióticos de las infecciones provocadas por bacterias
Finalmente, en 1970 –más de 40 años después de su marcha– pudo regresar a España, a dar varias charlas y volver a ver a su anciana madre, que se había quedado en Málaga. Dos años después moriría en Abjasia debido a un accidente vascular cerebral.