La diabetes ha sido reconocida como un trastorno metabólico durante más de 2.000 años, pero su causa exacta fue un misterio hasta 1920.
A principios del siglo XX el único tratamiento para esta enfermedad mortal era una dieta baja en hidratos de carbono y azúcar y alta en azúcares y proteínas. En lugar de morir tras el diagnóstico, la dieta permitía a los diabéticos vivir durante un año más.
En el verano de 1921 se produjo un avance importante en la Universidad de Toronto, cuando los canadienses Frederick Banting y Charles Best consiguieron extraer con éxito de animales de laboratorio la proteína del páncreas que aminora los síntomas de la diabetes, la insulina. Establecieron entonces un programa de inyección de insulina que retornó a los animales a su condición natural.
El experimento confirmó la teoría de que la causa de la diabetes era la falta de insulina, que metaboliza los azúcares. Con la ayuda de otros científicos, Banting y Best extrajeron insulina del páncreas de ganado de mataderos y comenzaron el tratamiento a un adolescente, que mejoró espectacularmente.
El 11 de enero de 1922, en Toronto, se administró por primera vez insulina a un paciente. A partir del 15 abril de 1923 la insulina comenzó a comercializarse de la mano de la farmacéutica Eli Lilly bajo el nombre "Iletin". Un año después llegaría la producción a Europa en la fábrica de colorante Hoechst.
Aunque supuso un avance importante, esa insulina animal presentaba un problema, su alto coste. Las estimaciones de la época calculaban que un diabético necesitaba el páncreas de 50 animales, normalmente, cerdos. Aquello suponía un coste considerable y solo al alcance de unos pocos.
Hoy en día la insulina se genera mediante técnicas de ingeniería genética y es un producto fácilmente adquirible, pero aquel 15 de abril se dio un primer paso que salvaría innumerables vidas en todo el mundo.