"Wait a minute, wait a minute, you ain’t heard nothin’ yet" (Un minuto, un minuto, todavía no habéis escuchado nada). Estas fueron las primeras palabras salidas de la boca de un actor que pudieron escuchar los espectadores de una sala de cine, y fueron pronunciadas por Al Jolson, protagonista de la película El cantor de jazz. Ocurrió el 6 de octubre de 1927 en el Warner Theatre de Nueva York, donde se estrenó la primera película de la historia con sonido y diálogos sincronizados. El público aplaudía enfervorecido al final de cada número y disfrutaba por primera vez el diálogo de los personajes en el cine como si salieran de sus propias bocas.
Al concluir la première de la nueva película, el crítico de cine y dramaturgo Robert Sherwood tecleó en su columna para la revista Life unas palabras que fueron premonitorias de lo que ocurriría los años siguientes: "Me he dado cuenta por primera vez de que el fin del cine mudo está a la vista“.
Los productores del film utilizaron el sistema sonoro Vitaphone –grabación de sonido sobre un disco–, patentado por Warner. Se trataba de un tocadiscos que se conectaba al motor del proyector de manera que la rotación del plato quedaba sincronizada según la velocidad de la bobina.
A partir de aquel momento, el cine cambió de manera radical. Desde entonces, las comedias musicales se multiplicaron y el sonido se hizo una parte esencial del lenguaje cinematográfico.