Aunque ya los faraones utilizaban métodos para reducir el calor de sus imperios, el sistema de aire acondicionado tal y como lo conocemos hoy en día no nació hasta los inicios del siglo XX.
En 1902 Willis Haviland Carrier ideó, casi sin ser consciente, el invento que ayuda hoy en día a sobrevivir en los calurosos días de verano: el aire acondicionado. Fue el 17 de julio de aquel año cuando presentó los dibujos del primer sistema de este tipo en el mundo.
Por aquellos tiempos, el dueño de una imprenta de Brooklyn (EE UU), luchaba a diario contra la humedad y los cambios constantes de su taller. Estas alteraciones influían en las dimensiones del papel, contrayéndolo o expandiéndolo, y complicaba la fijación y la linealidad de la tinta sobre ellos.
Carrier acababa de graduarse en la Universidad de Cornell y trabajaba para la compañía de calentadores Buffalo Forge, en Nueva York, con un salario de 10 dólares semanales. Al enterarse del problema, el joven comenzó a investigar cómo solucionarlo y creó la primera máquina que lograba controlar la temperatura y humedad del ambiente mediante un sistema de tubos refrigerados que instaló en la imprenta.
El invento era justo lo que necesitaba el impresor de Brooklyn, y tras el éxito que supuso para el resto de empresas, Carrier patentó su idea en 1906 con el nombre de ‘Aparato para tratar el aire’.
En 1915, fundó su propia empresa que suministra sistemas de enfriamiento para hoteles, grandes almacenes, teatros y casas particulares.
Aunque Carrier murió en 1950, a los 73 años, su compañía sigue existiendo y su invento continúa aliviando la existencia a cientos de personas en los meses de más calor.
Pero, a pesar de su innegable beneficio, el aire acondicionado ha sido señalado como uno de los culpables del crecimiento del agujero de la capa de ozono debido a los clorofluorocarbonos (CFC) que utiliza y que tienen una supervivencia en la atmósfera de hasta cien años.