A unos 19 km al este del volcán Kilauea en la isla de Hawai, el río de lava desemboca con furia en el océano Pacífico. Este peculiar encuentro entre fuego y agua está marcado por una impresionante columna de vapor mezclada con gases tóxicos y corrosivos de altos contenidos en dióxido de azufre. La elevada temperatura del magma, además de evaporar el agua del océano, genera una corriente de aire caliente. Estas fuertes corrientes, a su vez, derivan en una serie de pequeños tornados alrededor del flujo de lava, que en unos pocos minutos desaparecen tan rápido como se han generado. De vez en cuando, una ola audaz entra con fuerza cubriendo la lava, ésta responde con una furiosa explosión escupiendo trozos de escoria incandescente. De lejos, a salvo, se oye un ruido sordo y profundo que atraviesa el aire.