El curso de un río puede mover los restos óseos de un yacimiento y, años más tarde, secarse, con los consiguientes interrogantes que se plantearán los arqueólogos después. Investigadores de la UNED y de la Universidad Complutense de Madrid han empleado métodos estadísticos para averiguar cuál es la mejor forma de saber si estos huesos han sufrido ‘una riada’.