Kirk Bloodsworth fue el primer prisionero en ver revocada su pena de muerte con pruebas de ADN. Condenado en 1985, no salió en libertad hasta 1993. Métodos matemáticos desarrollados por investigadores estadounidenses indican que si todos los sentenciados a muerte de EE UU estuvieran bajo una amenaza de ejecución de forma indefinida, al menos un 4,1% de las penas serían revocadas.