Un estudio que se publica este jueves en Nature afirma que reducir las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2) va a ser más complicado de lo que se ha hecho creer a la sociedad. El artículo critica las predicciones elaboradas por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC en sus siglas en inglés), porque subestiman los desafíos tecnológicos que implica reducir las emisiones, y son excesivamente optimistas al confiar en que, incluso sin el diseño de políticas medioambientales, la sociedad desarrollará espontáneamente nuevas tecnologías para reducir de forma drástica las emisiones. Además, señala que las emisiones de CO2 son en la actualidad más altas de lo que predijo en IPCC. Así ocurre en el caso de Asia, donde la demanda de energía que genera la economía se está respondiendo con tecnologías convencionales basadas en combustibles fósiles, un proceso que se espera que continúe durante décadas y que con el tiempo se trasladará a África.
“Al final, no se trata de si es necesaria la innovación tecnológica, que lo es”, dicen los autores. “La cuestión es hasta qué punto las políticas se deberían centrar en fomentar esta innovación. El IPCC se arriesga al pensar que avances espontáneos en el campo de la innovación tecnológica asumirán el peso de lograr futuras reducciones de emisiones, en vez de centrarse en crear las condiciones necesarias para que surjan estas innovaciones”.
“Según el informe de IPCC, se espera que la mayor parte de las reducciones de emisiones necesarias para estabilizar las concentraciones de CO2 ocurran de forma espontánea”, señala Roger Pielke, investigador principal del estudio. “No sólo es poco probable que ocurra esta reducción con las actuales políticas medioambientales, sino que además estamos yendo en la dirección contraria. Creemos que este tipo de suposiciones en el análisis nos impiden ver la realidad y podrían acabar distorsionando nuestra capacidad para diseñar políticas eficaces”.