Iniciación al ritmo: dícese de aquella habilidad, exclusivamente humana, para detectar el ritmo regular de una señal auditiva. Ni siquiera los chimpancés ni los bonobos, nuestros parientes más cercanos, comparten este rasgo, que los científicos consideran una de las piezas claves para el origen de la música. Desde hace tiempo se discute si se trata de un rasgo innato o si se aprende en los primeros meses de vida. Una nueva investigación, llevaba a cabo por investigadores húngaros y holandeses, ha concluido que se trata de lo primero. Para ello los científicos realizaron un experimento con catorce bebés de dos y tres días de edad, a los que se hizo escuchar una melodía de percusión mientras se estudiaba su respuesta con un encefalograma. Tras escuchar el ritmo, la actividad cerebral de los recién nacidos se incrementaba; si la melodía se detenía, los bebés experimentaban lo que se conoce como contradicción de las expectativas sensoriales, es decir, que sus cerebros esperaban escuchar el ritmo de nuevo.
Sin embargo, hay científicos que están en desacuerdo. Así, por ejemplo, Laurel Trainor, especialista en desarrollo auditivo de la Universidad de McMaster, declaraba a la revista Wired que pesar de los resultados de este estudio, la ‘iniciación al ritmo’ sí que puede ser un rasgo aprendido, aunque mucho antes de lo que pensamos. “Los bebés oyen desde el sexto mes prenatal. Tienen mucha experiencia con sonidos rítmicos antes de su nacimiento, como el latir del corazón de su madre, o incluso la música alta”.