Los atentados de la semana pasada en París, pertrechados en nombre de un dios, reabren una herida mal cicatrizada en Europa. El mundo vuelve a mirar hacia el fundamentalismo religioso. Un nuevo estudio demuestra que entre los musulmanes que viven en Europa, la hostilidad hacia otras minorías no es un fenómeno aislado; pero tampoco es sinónimo de violencia. Según su autor, Ruud Koopmans, director del Centro de Ciencias Sociales WZB de Berlín (Alemania), “el Islam no es el problema”.