Las auroras –boreales si se producen en el polo Norte y australes si es el Sur– se producen cuando el viento solar, un conjunto de partículas muy energéticas procedentes del Sol, alcanza la atmósfera terrestre. La entrada de estas partículas está regulada por el campo magnético de la Tierra, que solo las permite entrar por los polos.
Las auroras están formadas por vistosas y gigantescas cortinas luminosas, que cambian rápidamente y despliegan diferentes formas y tonalidades. La emisión de luz, que se produce en la baja atmósfera –entre los 100 y 400 km de altura–, se debe a los choques del viento solar con las partículas de la atmósfera terrestre. Esencialmente son colisiones de electrones con átomos de oxígeno (tonos verdosos) o moléculas de nitrógeno (tonos rojizos).