El eterno retrato de su subconsciente, el átomo en su pintura corpuscular, cruceshipercúbicas, la deslumbrante arquitectura del ADN... son las huellas dejadas por la ciencia en la obra de Dalí. Una de sus pinturas más atrevidas, El gran masturbador (1929), presenta elementos de claro simbolismo psicoanalítico y autobiográfico, al evidenciar una de sus obsesiones: el sexo. Años después de pintarlos, el artista hizo realidad uno de sus sueños y conoció en persona a Freud. El 19 de julio de 1938, en Londres, Dalí pintó un retrato del científico. Freud lo definió como un “fanático” porque se empeñó en que se leyera su tesis sobre el método paranoico crítico, inspirado en las teorías freudianas y con el que dibujaba imágenes dobles basadas en su mundo interior.