El estado de ánimo de algunas personas e incluso su salud mental dependen de los cambios meteorológicos. En España, la tramontana, el viento sur del norte y el siroco están relacionados con una mayor presencia de migrañas, cuadros depresivos, ansiedad e irritabilidad. No existe consenso científico sobre por qué determinadas masas de aire producen este desequilibrio.
En la estepa manchega, el viento cálido del este azota sin descanso pueblos como Granátula de Calatrava. Las flores de las lápidas del cementerio se ajustan con grandes piedras a sus macetas para que no se vuelen y los cortinones de las puertas ondean como si fueran banderas. Una vecina octogenaria no reconoce a sus sobrinas y una de ellas le echa la culpa al viento. “Es el viento. Maldito viento solano que saca a la gente de quicio”, asegura Raimunda.
La anciana es Chus Lampreave y Raimunda, Penélope Cruz, ambas a las órdenes de Pedro Almodóvar en la película ‘Volver’. El director manchego no tenía razón porque, aunque sí hay vientos que están relacionados con el bienestar mental, el solano no parece ser uno de ellos.
“El viento es un integrante del conjunto de meteoros que configuran nuestra ecología y, en algunos momentos, algunos parecen capitanear algún efecto sobre nosotros”, indica a SINC Antoni Bulbena, catedrático de Psiquiatría en la Universidad Autónoma de Barcelona e investigador del Hospital del Mar.
En uno de sus estudios, Bulbena descubrió que en el Hospital del Mar de Barcelona, durante todo un año, los episodios de pánico fueron tres veces más comunes con el viento cálido de poniente en la ciudad, que proviene del oeste. Según el psiquiatra, otras corrientes de aire que tienen efecto en la salud de los españoles son el viento de tramontana, el viento sur del norte de España y el siroco procedente del Sáhara.
Sensibles al tiempo
Científicos israelíes analizaron si los cambios meteorológicos en áreas semiáridas influían en la incidencia de trastornos mentales. Con una muestra de 4.325 personas que habían ingresado por intento de suicidio y ataques psicóticos en el Centro de Salud Mental de la Universidad Ben-Gurion del Neguev (Israel), los investigadores concluyeron que había cierta relación entre estas conductas y la dirección y velocidad del viento.
Sin embargo, “el origen de estos comportamientos no responde únicamente al viento, porque no es el único factor desencadenante. Se trata de una combinación de parámetros”, afirma a SINC Arkadi Zilberman, uno de los autores del estudio.
El viento por sí solo no produce ningún efecto. Solo cuando está asociado a corrientes de aire puede tener consecuencias para la salud. Con esta corriente suceden dos cosas. Por un lado, una masa de aire sustituye a otra y cambian de forma súbita parámetros como la humedad, temperatura o presión; y por otro lado, la corriente trae consigo componentes gaseosos, contaminantes y partículas sólidas suspendidas en el aire.
“Otro de nuestros trabajos apunta a partículas cargadas –iones positivos o negativos– como parte de los posibles desencadenantes de las crisis esquizofrénicas y de los intentos de suicidio”, añade Zilberman. Sin embargo, fuentes independientes insisten en que esta idea es solo una hipótesis sin pruebas que la apoyen.
“No existe suficiente evidencia científica porque no se ha investigado”, subraya a SINC Pedro A. Martínez-Carpio, investigador clínico de la facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Barcelona. Una opinión que comparte Michael Terman, profesor de Psiquiatría en la Universidad Columbia (Estados Unidos): “La interpretación de los autores sobre la absorción de los iones del aire y su mecanismo de acción es especulativa”, mantiene.
Para clarificar cuál era el papel de esta ionización del aire en el estado de ánimo de las personas, William H. Balley y su equipo emprendieron una revisión de los artículos publicados entre 1957 y 2012 en torno a esa cuestión –un total de 33 trabajos–. “No encontramos ninguna base para sospechar que las partículas en el aire son una de las causas de suicidio o de comportamientos esquizofrénicos”, recalca a SINC Balley, investigador de la consultora de ciencia e ingeniería Exponent (Estados Unidos).
El temido efecto foehn
Sí hay consenso en torno a la influencia que tiene el efecto foehn en la salud de algunas personas. Este efecto termodinámico se produce cuando una masa de aire entra en contacto con cadenas montañosas, provocando el brusco calentamiento del aire al descender por la ladera de una montaña, opuesta a la dirección de los vientos.
De esta manera, aunque en la ladera de barlovento sean abundantes las lluvias y el aire sea frío y húmedo, en la parte de sotavento el aire experimenta “un extraordinario calentamiento al llegar a los valles que hay ladera abajo, alcanzando una temperatura y una sequedad sensiblemente mayores de las que el aire tenía en origen”, explica a SINC José Miguel Viñas, físico experto en meteorología y responsable de la web Divulgameteo.
Este cambio brusco incide en la salud mental. “En Suiza, la gente teme a este foehn que cruza los Alpes porque aumentan sus dolores de cabeza y la fatiga general”, apunta Bernard Primault, miembro de la Sociedad Internacional de Biometeorología. De hecho, la preocupación entre la población es tal que el Servicio Meteorológico Nacional de Suiza (MétéoSuisse) ha desarrollado un índice que calcula cada diez minutos el nivel de foehn en diferentes estaciones de medición.
Un estudio polaco analizó la influencia de este efecto, junto a otros factores atmosféricos, en los casos de suicidio ocurridos en Cracovia de 1991 a 2002. “Este viento causa un fuerte estrés psíquico. Descubrimos que la probabilidad de que hubiera un acto de suicidio durante los días con viento foehn en los meses de mayo y julio era alrededor de un 50% superior al resto de días”, asegura Katarzyna Piotrowicz, una de las autoras del estudio e investigadora del Instituto de Geografía y Ordenación de la Universidad Jaguellónica (Polonia).
En España, este efecto se produce sobre todo en la cordillera cantábrica cuando soplan vientos del sur, aunque también puede aparecer en otras regiones como en los Pirineos, en la Sierra de Gredos o en las islas Canarias. Viñas recuerda que en el antiguo Código Penal que se aplicaba en España se recogía el efecto foehn, “eximiendo de la culpabilidad de un delito si la falta había sido cometida en días de viento sur”.
Al margen de la influencia negativa de los vientos en algunas personas, existen conocidos ejemplos del efecto contrario, en especial en el mundo artístico. El músico Lluís Llach ha confesado en varias ocasiones: “La tramontana aumenta mi tensión creativa, pero después de unos días me agota”. Agotada o no, la obra de otro artista como Salvador Dalí sería otra si el viento de tramontana no hubiera modelado sus excéntricas figuras.
También las últimas novelas del escritor portugués José Saramago tendrían otro tinte si no se hubieran compuesto al calor de los alisios en Lanzarote, sin olvidar a la estepa manchega y su viento solano, musas indiscutibles de Almodóvar en su premiada ‘Volver’.
La disciplina que estudia cómo influyen los factores meteorológicos en determinadas enfermedades psíquicas y orgánicas es la biometeorología médica. En el caso del viento, los biometeorólogos dividen a los pacientes en tres grupos en función de cómo les afecte la masa de aire y teniendo en cuenta su predisposición.
“Un primer grupo vería empeorar un estado depresivo latente, con dificultades en la atención y un estado más ansioso”, señala Martínez-Carpio. Un segundo grupo experimentaría respuestas de irritabilidad, agresión o conductas violentas. A los pacientes de un tercer grupo se les desencadenarían episodios de cefalea o crisis de migraña ante la llegada del frente, “con evidente relación causa-efecto”, añade el investigador.
Se desconocen los cambios neuroquímicos asociados con esta situación. Desde el punto de vista de Martínez-Carpio, la ciencia médica ha dado poca importancia a las meteoropatías –las enfermedades que se desencadenan o agravan a consecuencia de los factores meteorológicos–, una opinión compartida por la mayoría de los expertos consultados. “Existe un buen consenso basado en el empirismo, pero hacen falta más y mejores demostraciones que aporten contundencia y relevancia estadística”, reclama.