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Un tour por los laboratorios de Europa

Recorremos algunos de los laboratorios científicos más importantes de Europa para observar cómo la comunidad investigadora está más vinculada a la comunicación de lo que creemos. Los ojos de nuestra visita, varias periodistas que se juntaron en una semana de convivencia.

Anna Lena Lindskog, reportera científica del diario regional sueco Västerbottens-Kuriren.
Anna Lena Lindskog, reportera científica del diario regional sueco Västerbottens-Kuriren. Foto: Patricia Luna.

El instituto de investigación sobre el cáncer de Heidelberg, el centro de investigación de salud medioambiental de Munich, el instituto de Genética y Biología Molecular y celular de Estrasburgo, el instituto de investigación en Biomedicina de Barcelona, el instituto Pasteur de Paris, el centro Max Delbrück de Berlin y, palabras mayores, el instituto Karolinska, el Laboratorio Europeo de Biología Molecular o el Instituto Weizmann de Tel Aviv.

Para la mayoría de las personas, esta lista de instituciones no significa nada, pero para las que trabajamos en comunicación científica, estamos ante una selección de los mejores institutos europeos, aquellos donde se produce la investigación de vanguardia y dónde se encuentran los científicos más destacados: casi como la meca del saber europeo.

Este es el “menú” de institutos de investigación entre los que pueden elegir pasar una semana los afortunados con una beca EICOS, una semana que, a buen seguro cambiará su forma de ver las cosas y su aproximamiento a la investigación. La elección es difícil, una quiere ir a todos y, si hay que elegir, todos queremos ir a los mismos, a los más famosos… Pero las experiencias son siempre positivas.

EICOS: Edición 2008

En la edición de 2008 yo fui “galardonada” con una semana en el centro de medicina molecular Max Delbrück, una de las organizaciones alemanas, perteneciente a la antigua parte del Este, más respetadas por su buen hacer en cuestiones de investigación básica. El Max Delbrück Center se encuentra en un parque de investigación científica, el Berlin-Buch, de las afueras de Berlin, un lugar ideal, por su belleza, para retirarse a investigar, para encontrar la paciencia y la tranquilidad necesarias. La situación es idónea no sólo por el lugar, también por la gran cantidad de centros de investigación públicos y privados que comparten recursos en el campo y que fomenta un rico intercambio, de forma que se garantice que los resultados obtenidos van a llegar más allá del laboratorio.

El centro cede su nombre en homenaje a Max Delbrück, un científico galardonado con el Nobel y que junto a Timofeev-Ressosvsky, quién también trabajo en el campus durante 15 años, dos de los pioneros cuyo trabajo ayudó a sentar las bases de algo que ha revolucionado la ciencia en los últimos 50 años, la biología molecular.

La semana en el Delbrück fue excitante y me permitió indagar y hablar con expertos en neurociencia, el descubridor de los transposones o entender la importancia de la biología estructural. Mi anfitriona fue Barbara Batchler, una mujer más que curtida en la comunicación científica, alguien que combina profesionalidad en el ámbito comunicativo y conocimiento científico de una forma admirable y que, de alguna forma, es el alma del centro. Con ella y con sus asistentes Anja y Anna-Kathrin, paseé por los lugares más interesantes, visité los laboratorios y entrevisté a sus científicos estrella.

Hay mucho más que contar. Pero no quiero ser la única voz de este reportaje. Así que les pregunto a mis compañeros. Desde la bonita ciudad de Heidelberg, el periodista científico holandés Arno Schrauwers (wetenschapsjournalist) me cuenta su experiencia en nada menos, que el Laboratorio European de Biología Molecular, el EMBL, (European Molecular Biology Laboratory). “Fue una sorprendente, confusa y muy calurosa semana en el EMBL, para alguien que, como yo, no sabe nada sobre la biología celular. Aprendí que el hombre es, como el resto todas las criaturas y células vivas a nuestro alrededor, una coincidencia termodinámica. La idea no es mucho más halagüeña que pensar que el hombre y el resto de los seres son una inmensa simbiosis de microorganismos, como dice Bill Bryson. A lo mejor las dos ideas solapan, o quizá, simplemente me he vuelto demasiado filosófico aquí en Heidelberg, mirando tan hacia adentro”, confiesa Arno.

Eva Rosenthal, editora alemana de una revista especializada en cuestiones fotónicas se muestra más dispuesta a hablar de cosas terrenales “al principio me sentí un poco extraña, ya que era la única que no tenía una formación en ciencias de la vida en mi grupo. Pero después me di cuenta de que quizá también otros podían sacar algo de mis preguntas tontas, ya que hacer ver que no todo el mundo tiene una formación o conoce lo más básico de la genética o la biología. Y finalmente conseguí conocer lo más esencial de genética y biología celular y expandir mis horizontes”.

Periodistas y freelances

Daniela Ovadia, periodista freelance y directora de la agencia italiana Zoe habla de su estancia en el instituto Max Planck de medicina experimental de Göttingen “Fue una experiencia fantástica. Tuve la oportunidad de entrevistar a científicos muy importantes en el campo de la neurociencia, que es una de las áreas en la que estoy especialmente interesada”, explica Daniela. “Además también pude visitar un gran edificio donde se crían ratones modificados genéticamente que serán utilizados como animales modelos para tratar soluciones a enfermedades humanas. Estos modelos son muy útiles para ver los daños que se producen en los estados más básicos de la enfermedad y también para hacer pruebas de nuevas terapias antes de pasar a las pruebas con humanos. El instituto se especializa en enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, pero también en enfermedades psiquiátricas como el autismo o la esquizofrenia”, concluye Daniela.

“Una de las cosas que hicieron mi estancia más interesante fue la posibilidad de conocer a investigadores que llevaron a cabos descubrimientos revolucionarios, como la muerte programada de las células. Algunos de ellos trabajan en contacto con científicos de la Universidad de Umeå, en Suecia, y eso me dio un ángulo local para mis artículos”, explica Anna Lena Lindskog, reportera científica del diario regional sueco Västerbottens-Kuriren.

Anna Lena fue especialmente afortunada, porque ella tuvo la suerte de entrevistar y trabajar con el equipo que fue galardonado este año con el equipo de Harald zur Hausen, descubridor del virus del papiloma y ganador, este año, del premio Nobel de Medicina.

“Fue muy interesante descubrir las conexiones entre el sistema inmunitario o cómo un virus puede ser la causa de un cáncer y otro el arma que se utiliza contra esta enfermedad, --añade-. Aunque lo que más me sorprendió es que la investigación en algo como nuevo tratamientos para el cáncer lleva mucho tiempo. Un grupo que entrevisté acababa de obtener permiso para realizar los primeros experimentos clínicos. Si los resultados son positivos, todavía llevará de 5 a 10 años ver que esos tratamientos se traducen en medicamentos disponibles a gran escala”, explica Anna Lena.

Aunque también confiesa que después de una semana intensa de distintos programas y entrevistas “llegó un momento en que mi cerebro era incapaz de absorber más información”.

Eva Schnurr, escritora freelance para varias publicaciones alemanas, como Die Zeit, explora las diferencias entre dos mundos distintos el científico y el del periodismo, “Mi semana en el instituto Karolinska fue genial, conocí a muchos científicos que dedicaron tiempo a explicarme sus proyectos y sus sistemas de investigar. Es difícil resumir y decir aprendi “x o z”, pero la idea general es lo mismo que ya habíamos observado en Göttingen, es tener una impresión de lo específicas que son las áreas de investigación a la que se dedican los científicos. Cuando eres un periodista se crea una tensión entre lo que te pide el editor siempre busca aplicaciones, o una explicación, y lo que te cuenta el científico, que nunca estudia, por ejemplo, cómo se establece la comunicación entre los nervios, sino una pequeñísima parte de ese proceso, por lo que es difícil ponerlo en contexto”.

A todas nos mueve la ciencia

De todos los entrevistados, el único que tiene una formación biológica y más puramente científica es Anil Dogan, también graduado en periodismo y director de una radio local en Ankara, Turquía. Que es científico, se nota al quite, porque cuando le pregunto sobre su experiencia, me acaba dando hasta las referencias y los enlaces donde puedo encontrar la investigación del grupo con el que trabajó. Ante todo, rigor. Pero también hay una posible explicación.

“Pasé una semana en el grupo especializado en el envejecimiento de la mitocondria en el Centro de Medicina sobre mitocondria del Instituto Karolinska. Trabajan con un ratón al que se le ha bloqueado (knock out) un gen que tiene problemas en la duplicación mitocondrial del ADN. El ADN mitocondrial del ratón contiene mutaciones que no se encuentran en un ratón normal. Antes de que el trabajo de este grupo se hiciera público se creía que las especies reactivas del oxígeno, como los radicales libres, afectaban el ADN mitocondrial y creaban más mutaciones. Pero el trabajo de Trifunovic demostró que únicamente las mutaciones mitocondriales podían causar el envejecimiento, sin la “ayuda” de las especies reactivas de oxígeno”.

A todos nos mueve la ciencia, el deseo de conocer más. Aunque alguna de las estancias obligan a mirar más allá de lo que ocurre en los laboratorios, como ocurre en el caso de Aitana, destinada al instituto Weizmann de Tel Aviv.

“Mi deseo al ir a Israel era mejorar mis conocimientos internacionales y en el ámbito científico, estaba deseando poder hablar con israelíes y conocer de primera mano su opinión sobre el conflicto con Palestina y las situaciones a las que se enfrentan sus ciudadanos. Cuando llegué allí me sorprendió mucho lo abierto que era todo el mundo y lo dispuestos que estaban a ayudarme y a mostrarme lo que el país tiene que ofrecer”, explica la periodista Aitana Vargas.

“Desde el punto de vista científico tuve la oportunidad de conocer a un premio Nobel. El Weizmann Instituto, fundado por el primer presidente israelí, es una de las instituciones de investigación más prestigiosas del mundo. Me llamó especialmente la atención el proyecto dirigido por Noam Sobel, cuyo grupo, entre otras cosas, estudia olores para determinar la forma en que la química afecta la salud y comportamientos humanos”-

Lo dicho, ¿alguien se apunta?

Toda la información en:

http://www.eicos.mpg.de/2_1.php

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons
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