Han partido de uno de los vehículos que pueden encontrarse en el mercado, y lo han convertido en un rastreador de peligro. Investigadores de las Universidades de Oviedo y de Sevilla acaban de crear un sistema que detecta la existencia de puntos peligrosos en las carreteras y envía la información en tiempo real a una central de control. Ahora, plantean desarrollar un sistema para determinar qué actuaciones en las vías pueden ayudar a reducir las emisiones de CO2.
Una de las ventajas de este sistema es que no implica instalar sensores ni otra instrumentación adicional en cualquiera de los coches que pueden comprarse hoy en día: “Utilizamos la tecnología existente en los vehículos comerciales, que llevan instalados numerosos sensores. De ahí la gran potencialidad de aplicación de este sistema con un coste bajo”, destaca Pablo Luque Rodríguez, uno de los tres coordinadores de la iniciativa.
Tanto Pablo Luque Rodríguez como Daniel Álvarez Mántaras son profesores del área de Ingeniería e Infraestructura de los Transportes y de Ingeniería Mecánica de la EPSIG (Universidad de Oviedo). Junto a ellos ha coordinado este proyecto Johan Wideberg, profesor de Ingeniería del Transporte de la Universidad de Sevilla.
“Hemos clasificado las situaciones de riesgo al volante que puede causar el entorno en cuatro niveles, que van de un riesgo bajo a riesgo muy alto de accidente. A cada uno de los niveles se le ha asignado un color para llevar la información a un sistema de información geográfica [SIG] que permite observar y combinar distintos tipos de datos de forma rápida y sencilla”, afirma Pablo Luque.
Vista del SIG con la información de uno de los puntos recogidos por el sistema. Imagen cedida por Pablo Luque.
Pero, antes de generar la herramienta informática que permitiera plasmar en un SIG los datos extraídos por el vehículo “rastreador”, han sido necesario muchos cálculos. Según Pablo Luque, “hemos empleado técnicas de minería de datos y lógica difusa para procesar la información recogida por el vehículo, porque el gran tamaño de bases de datos que genera el sistema desbordaría un tratamiento convencional”.
Y es que, para que el riesgo que puede concentrar el entorno deje de ser tan inasible como la casualidad o el destino, en todos los puntos de riesgo potencial detectados el sistema registra la velocidad, el régimen de giro del motor, la intensidad de las aceleraciones y las vibraciones de las ruedas que indican defectos en el firme. También recoge incidencias de los neumáticos y las condiciones atmosféricas, entre otros factores.
Si entran en juego otros indicadores adicionales como la activación de sistemas de seguridad (cinturones, antibloqueo del freno o antideslizamiento en tracción, entre otros dispositivos), se pueden valorar situaciones de mayor riesgo potencial.
Representación de algunos puntos recogidos por el sistema. Imagen: P. L.
El proyecto, que acaba de finalizar, se inició en 2006 y ha recibido financiación del Plan Nacional de I+D+i. Pablo Luque resume así una posible ruta de este desarrollo hacia su aplicación: “El sistema podría instalarse en una flota de vehículos que transmitieran la información a los gestores de la red de carreteras en tiempo real y localizada mediante el sistema GPS. De esta forma, podría actuarse de forma rápida y fundamentada en datos objetivos”.
Aunque este proyecto esté terminado, las ideas no escasean entre los coordinadores del proyecto: Daniel Álvarez Mántaras, además de participar en esta investigación, coordina otro proyecto del Plan Nacional de I+D+i para desarrollar modelos más precisos de reconstrucción de accidentes de tráfico. Además, los investigadores plantean como una posible línea de trabajo relacionar las condiciones de circulación (los factores que inciden en el tráfico) y los niveles de emisiones de CO2. “El sistema podría guiar actuaciones para evaluar y planificar los efectos del tráfico sobre la calidad del aire”, afirma Pablo Luque. Transporte directo hacia el futuro.