En sociedades del sur global, con estructuras familiares extensas, es esencial el rol de las señoras mayores por sus conocimientos, autoridad y liderazgo. El Proyecto Abuela denuncia que los programas de salud pública en estos países siguen tomando como referencia a la familia nuclear europea y norteamericana, ignorando la influencia y el valor de las más sénior en estas comunidades.
Grandmother Project es una organización que busca mejorar la salud y el bienestar de mujeres, niños, adolescentes y familias en países en desarrollo. Para lograr estos objetivos, plantea proyectos que involucran no solo a los principales actores a los que ayudar (por ejemplo, niñas en edad escolar o madres) sino a toda la comunidad, especialmente a las grandes consejeras de estas comunidades: las abuelas y las mujeres sénior.
Las abuelas tienen este papel central en las familias del sur global —que representan el 88 % de la población mundial— o las mediterráneas, mientras que en el mundo occidental se tiende a desarrollar la familia nuclear: adultos emparejados y sus hijos. Según la especialista en salud comunitaria y directora de Grandmother Project, Judi Aubel, las sociedades de países en desarrollo de África, América y Asia “tienen familias más grandes y más interconectadas, la economía es más colaborativa y colectivizada y hay más implicación multigeneracional, especialmente con las mujeres y niños”.
“En Senegal —donde la organización trabaja actualmente— pero también en Italia, España y Grecia, las abuelas siguen teniendo un rol muy importante para las madres con empleo. Este rol es importante para los nietos, las madres, los padres y para las propias abuelas también”, apunta Aubel a SINC.
Los programas y marcos de trabajo de la OMS, UNICEF u oenegés como Save the children se centran en mujeres en edad reproductiva y sus maridos, olvidándose de la influencia de la familia ampliada
Pero el papel de las abuelas, según Aubel, es negado o ignorado en políticas públicas de salud y desarrollo del sur global diseñadas por países del norte. “Los programas y marcos de trabajo de la OMS, UNICEF u oenegés como Save the children se centran en mujeres en edad reproductiva y sus maridos, como si fueran pequeños cubículos, olvidándose de la influencia de la familia ampliada”, lamenta.
Un artículo de Aubel publicado recientemente en el BMJ Global Health aborda cómo afecta este fenómeno de etnocentrismo europeo y norteamericano a las políticas públicas en los países en desarrollo. En paralelo, sugiere que las próximas estrategias tengan en cuenta el sistema de familia que mejor refleje las dinámicas de esas sociedades, al tiempo que actualice y mejore el conocimiento de las abuelas, “que no son tan reticentes a aprender como se piensa”.
A pesar de la influencia de las abuelas en la maternidad en el Sur global, su rol es negado o ignorado por las políticas públicas diseñadas por organizaciones internacionales. / Grandmother Project
En este trabajo, Aubel señala que las intervenciones y políticas públicas para reducir la mortalidad infantil se basan en modelos de familia occidental, nucleares e individualistas, planteando que las madres son cuidadoras autosuficientes de sus recién nacidos.
Esta perspectiva ignora cómo funcionan las familias y los roles que se les asignan a las madres experimentadas, tías, vecinas y abuelas. Su trabajo como consejeras o ayudantes de la gestante queda invisibilizado, e incluso obstaculiza la comunicación en salud.
“Los profesionales de la salud —apunta Aubel— transmiten mensajes clave a las embarazadas sobre qué deben y qué no deben hacer. Aunque ellas lo asumen, su comportamiento [a veces inocuo, pero otras dañino] sigue siendo el mismo por la influencia del grupo”.
Además de este etnocentrismo, la experta opina que la discriminación hacia los mayores —el edadismo— también contribuye a este sesgo, particularmente hacia las mujeres mayores, reflejándolas como ‘obstáculos ante el cambio’.
Pero una de las referencias de este artículo ve que este fenómeno ocurre totalmente al contrario: las abuelas están encantadas de aprender y asumir nuevos conocimientos sobre maternidad y cuidados, siempre que las intervenciones se hagan desde el respeto y teniendo en cuenta los modelos de familia de cada sociedad.
La organización que dirige, Grandmother Project, plantea que las abuelas son “un recurso infrautilizado”. La clave, cree, está “en reconocer su experiencia, el trabajo que ya desarrollan y darles nuevos conocimientos que puedan combinar con su influencia en el resto del grupo”.
El diálogo intergeneracional es la herramienta que usa esta organización para enseñar buenas prácticas en salud a toda la comunidad. / Grandmother Project
Según cuenta Aubel, la andadura de Grandmother Project comenzó con sus evaluaciones de programas de salud materno-infantil en África, donde veía que las madres eran capaces de repetir los mensajes de los médicos e instituciones sanitarias pero sus conductas seguían estando muy conducidas por sus madres, las abuelas de las comunidades. "Si son tan importantes, tan influyentes, ¿no deberían estar incluidas en los programas en lugar de ser ignoradas?", se pregunta.
Por ello, llegó a la conclusión de que las abuelas no podían ser un obstáculo para mejorar la salud, sino que su influencia en la comunidad las colocaba en el centro de la ecuación.
Si son tan influyentes las abuelas en su comunidad, ¿no deberían estar incluidas en los programas de salud en lugar de ser ignoradas?
Sus programas buscan mejorar la vida de mujeres y niñas —evitando prácticas dañinas como el matrimonio infantil, el embarazo adolescente y la mutilación genital—, desarrollar actividades con escuelas integrando valores culturales positivos, ayudar a otras ONG presentes en las comunidades que trabajan y educar sobre salud y nutrición materno-infantil.
La mayor parte de estos objetivos se logran a través de foros intergeneracionales, encuentros donde se escucha a toda la comunidad y se incluye específicamente a las abuelas para que formen parte de estos ‘entrenamientos’. “Si no las incluimos, trasladamos el mensaje al resto de la comunidad de que los programas no son importantes, de que las mayores pueden ser ignoradas, y acaban por desestructurar las sociedades”, lamenta la organización.
Estos foros intergeneracionales no dejan de ser una estrategia de educación para adultos, donde el diálogo y el respeto cobran mucho más peso que trasladar mensajes directos y memorizables. “A nadie le gusta que le digan directamente lo que tienen que hacer, hay que escucharles y hacerles entender qué está bien y mal”, explica Aubel.
Según los datos de su último informe anual, de 2019, Grandmother Project entrenó a 61 abuelas y mujeres sénior que lograron movilizar a 3.023 personas de sus comunidades a que apoyaran el programa de Desarrollo Holístico de Mujeres, una estrategia integral en la que inculcan a las mujeres de áreas urbanas y rurales a mejorar su modo de vida y salud. Desde que esta organización comenzó su actividad, ha logrado la colaboración de 1.636 abuelas, cuyos conocimientos ya repercuten en las comunidades que las consideran una autoridad familiar.
Según el informe, “nuestro programa intergeneracional ha ayudado a las niñas a seguir estudiando, a reducir el matrimonio y embarazo infantil, y a cambiar las normas culturales sobre la mutilación genital femenina”.
Las abuelas, para estas sociedades, concluye Aubel, “no pueden ser vistas como un obstáculo para mejorar a las próximas generaciones”, sino que deben ser planteadas al mismo nivel que propone la hipótesis de la abuela de Hawkes: una de las piezas más importantes y distintivas de la especie humana.
Para la antropóloga evolutiva Kristen Hawkes, las abuelas son el motor de la evolución de gran parte de la sociedad humana. Esta responsabilidad no es casual: la “hipótesis de la abuela” de Hawkes apunta que muchas de las características que distinguen a nuestra especie de nuestros antepasados simios se deben a las madres de nuestras madres. Al sobrepasar la etapa reproductiva y llegar a la menopausia, las mujeres han seguido cuidando de sus hijos y de sus nietos, proporcionando a la familia alimentos y recursos, ayudando a las madres en la crianza y, a la larga, permitiendo el desarrollo de comunidades más complejas y alargando la esperanza de vida.
Hawkes observó el poder de las abuelas en la tribu de los hadza de Tanzania, una de las últimas sociedades cazadoras-recolectoras que permanecen en la actualidad. Su equipo de investigación se sorprendió al ver como las mujeres más mayores de la comunidad seguían participando en las tareas de recolección, en lugar de descansar y aprovecharse del trabajo del resto. Además de eso, el equipo de Hawkes observó que los niños y niñas cuidados por abuelas (o tías-abuelas) mostraban tasas de crecimiento más rápidas que otros menores de la tribu, lo que sumaba puntos a la propuesta de que las abuelas tienen mucho peso en la evolución humana.