La estimulación cerebral protagoniza un nuevo capítulo en la historia del dopaje. Esta tecnología emergente en neurociencia reduce la fatiga después de un entrenamiento, hace más rápida la reacción inmediata al pistoletazo de salida y mejora la capacidad de aprendizaje. Ya hay kits de estimulación a la venta en internet y hasta webs donde explican cómo construirlo uno mismo.
Hace 25 años que Ben Johnson dejó al mundo boquiabierto delante del televisor. No solo porque ganara los 100 metros lisos en los Juegos Olímpicos de Seúl y batiera un récord mundial, sino porque antes de cruzar la línea de meta aún tuvo tiempo de mirar hacia atrás. Dos días después, la Agencia Mundial Antidopaje anunció el positivo del atleta canadiense por estanozolol, un esteroide anabolizante que promueve el desarrollo muscular.
Aquella carrera marcó un punto de inflexión en la historia del dopaje. Hoy, fármacos y transfusiones de sangre siguen siendo los métodos más utilizados con este fin, pero los avances en biomedicina han acelerado la innovación también a la hora de hacer trampas.
Los laboratorios acreditados por la Agencia Mundial Antidopaje se enfrentan a nuevos retos, como el del dopaje genético, que les obliga a detectar variantes genéticas introducidas en los atletas para ser los mejores. Y aún hay más triquiñuelas; por ejemplo, “con un microestimulador debajo del muslo, un deportista podría pasar del puesto 25 en una competición a conseguir un lugar en el podio”, dice Jordi Porta, catedrático de Instituto Nacional de Educación Física de Cataluña (INEFC).
El próximo objetivo del dopaje es el cerebro. Las técnicas de estimulación neuronal podrían convertirse en la nueva artimaña para aumentar la fuerza muscular, reducir la fatiga y potenciar la concentración durante los entrenamientos y el campeonato.
‘Neurodoping’
El psicólogo y neurocientífico cognitivo Nick J. Davis, investigador en estimulación cerebral no invasiva de la Universidad de Swansea (Reino Unido), es uno de los primeros en plantear las ventajas deportivas que se conseguirían con las estimulaciones magnética transcraneal (TMS) y eléctrica transcraneal (tDCS).
“Este tipo de estimulación cerebral ya ha mostrado que puede ayudar a personas con problemas neurológicos; ahora falta ver cómo la utilizarían los deportistas para mejorar”, responde a SINC el autor del artículo, publicado en la revista Sports Medicine.
Lejos de ser ciencia ficción, “el escenario que plantea Davis es posible desde un punto de vista tecnológico”, asegura el neurólogo Josep Valls Solé, experto en control motor del Hospital Clínic (Barcelona).
Según Davis, estimular el córtex prefrontal puede fomentar el aprendizaje, mientras que excitar las áreas motora y sensorial durante el ejercicio optimizaría las reacciones rápidas.
Agujetas en el cerebro
Los tratamientos de estimulación cerebral no invasiva se han convertido en una nueva opción para tratar a pacientes que no reaccionan a los fármacos convencionales, con problemas que van desde la depresión a las lesiones medulares. Aún están restringidos a la investigación y sus efectos sobre el córtex motor son transitorios.
Grosso modo, la estimulación magnética transcraneal, TMS, es una técnica que se utiliza para tratar depresiones, dolor crónico, trastornos de ansiedad y enfermedad de Parkinson. Se aplica con el contacto directo de un objeto parecido a una moneda sobre la cabeza del sujeto.
La estimulación eléctrica, tDCS, que tiene aplicaciones similares, es mucho más asequible. Uno puede comprarse un kit en internet o aprender a construirse uno propio siguiendo la tendencia DIY (do it yourself, hazlo tú mismo), tal y como apunta el escritor científico neoyorquino Oliver Burkeman en su blog en The Guardian.
Estas técnicas hacen más cortos los tiempos de respuesta y recuperación, y también mejoran el aprendizaje, algo interesante para los deportistas que “necesitan buenos niveles de técnica y buenas marcas”, apunta Davis.
El joven investigador Marc Elmeua cuantifica los niveles de fatiga de los deportistas con TMS en la Universidad de Northumbria (Reino Unido). Con la misma técnica es capaz de excitar las neuronas del córtex motor para que la sensación de agotamiento disminuya y mejore el aprendizaje de los patrones motrices.
“La TMS tiene un gran potencial para el dopaje en deportes que no solo dependen de la forma física, como el tiro con arco”, cuenta Elmeua. Este catalán predice que deportes en los que no es tan habitual el dopaje podrían beneficiarse de estas nuevas técnicas: “En deportes de equipo, como el fútbol o el baloncesto, los atletas resolverían igual de bien las jugadas, pero de forma más rápida”.
Neuronas en los cuádriceps
Ocho ciclistas le bastaron a Markus Amann para demostrar el protagonismo del cerebro en la fatiga muscular durante un rendimiento de alta intensidad.
En un experimento diseñado con doble ciego, este investigador de la Escuela Médica de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE UU) propuso a los ciclistas tres carreras de cinco kilómetros. El pelotón de laboratorio pedaleó en condiciones de placebo y bajo los efectos del fentanilo, un opiáceo con una potencia anestesiante cien veces mayor que la morfina.
Los efectos del narcótico bloquearon la señal que el cerebro envía a los músculos para evitar la fatiga muscular. De la misma forma y sin sustancias, métodos de estimulación cerebral no invasiva pueden incidir en el mismo recorrido neuronal. La excitación repetitiva de la corteza motora refuerza la señal que el cerebro manda al músculo para que continúe trabajando y dé más de sí en una competición.
Desde los laboratorios de control antidopaje españoles no se pronuncian sobre la posibilidad de este nuevo escenario. Para Porta y Eulmeua, “el uso de estas técnicas para mejorar marcas no debería estar criminalizado, entre otras razones, porque se sabe que el rendimiento deportivo de élite no es sano”.
También coinciden en destacar que el dopaje es un claro impulsor de la investigación biomédica básica: “Los militares, los astronautas y los deportistas son los que hacen avanzar la investigación porque pertenece a sectores que mueven mucho dinero”, añade Porta.
El neurólogo Valls Solé asegura que la estimulación neuronal no deja huellas en el cerebro: “Hay pequeños cambios metabólicos, pero ninguno que se pueda detectar como fenómeno diferencial”, responde.
De momento, estos métodos no han conseguido unos efectos tan duraderos como para convertirse en una nueva artimaña del dopaje. A pesar de ello, los psicólogos pronostican que las mejoras en la cognición representan un nicho de mercado por explotar. Como advierte Barbara Lusk, psicóloga del Collin College de Texas (EE UU), “ahora ya son una industria de miles de millones”.