La de partera es una ocupación crucial en la historia humana. La postura erguida, el gran cerebro y la forma del canal del parto del Homo sapiens hacen que las mujeres necesiten ayuda externa para parir, al contrario que la mayoría de las mamíferas. Hoy las comadronas aún marcan la diferencia entre la vida y la muerte, y garantizan el cuidado profesional de la salud de la madre y el bebé, no solo en países en vías de desarrollo.
“Ser comadrona es como la esencia de la vida”. Así define su profesión la enfermera Lee en el inicio de la serie de la cadena inglesa BBC Llama a la comadrona. Esta esencia, según el personaje, la constituyen los “momentos de dolor y alegría” que acompañan el alumbramiento y ocurren en presencia de una partera. No hay discusión sobre que la matrona “es una figura insustituible en los partos normales”, como afirma Lola Ruiz, matrona, profesora de la Universidad de Alcalá de Henares y miembro del Observatorio de Violencia Obstétrica.
El oficio va unido íntimamente a nuestra especie. Hace 26 siglos, durante el esplendor de la Antigua Grecia, vivió una de las primeras matronas famosas de la historia, Fainarate, que dio a luz en Atenas al que sería uno de los representantes de la filosofía de la época: Sócrates.
Pero la partería se remonta mucho más atrás. Las antropólogas Werida Trevathan y Karen Rorenberg sostienen que esta, y no la prostitución, es la profesión más antigua del mundo: “El ser humano desarrolla una conducta única en relación con el parto. Al contrario que el resto de los primates, que eligen la soledad para dar a luz, las madres humanas buscan activamente ayuda en el parto. Así surgió un modelo de parto en el que una matrona es fundamental”.
El gran tamaño del cerebro humano y el bipedismo dificultan a la mujer parir por sí misma de forma segura. Para esquivar las trampas de nuestro intrincado canal del parto, con un ángulo recto incluido, el bebé nace mirando hacia el coxis materno, por ello “la madre no puede ayudar a salir al bebé sin doblarle hacia atrás la columna vertebral, y tampoco puede desenrollar el cordón umbilical ni limpiar la boca del recién nacido”, explicaban las antropólogas en su estudio Birth, obstetrics and human evolution.
Tras siglos de evolución, la matrona continúa desempeñando un papel básico en la supervivencia humana y en la salud femenina. La Organización Mundial de la Salud (OMS) incluye en sus responsabilidades el cuidado de la niña, la adolescente y la mujer adulta, antes, durante y después del embarazo.
Pese a todo, cada día mueren en todo el mundo unas 800 mujeres por complicaciones relacionadas con el embarazo o el parto, según cifras de la OMS. En 2013 fallecieron de esta manera 289.000 mujeres, la mayor parte en países en vías de desarrollo. La mayoría podría haber sobrevivido.
La presencia de una matrona supone, a veces, la diferencia entre la vida y la muerte. En países con menos recursos, hay diferencias críticas entre las zonas que cuentan con atención al parto y las que no.
Sirve como ejemplo de esta realidad el análisis publicado en International Journal of Women's Health sobre una intervención realizada por el Gobierno de Etiopía en la que participaron, durante unos meses, obstetras y matronas voluntarias en un hospital que disponía de un sistema ginecológico muy rudimentario.
"En el hospital la mortalidad materna se redujo de 7,1% a menos del 0,5%", aseguran los autores del artículo. Añaden que con el establecimiento del servicio, el número de mujeres que acudieron a este centro sanitario para parir aumentó en un 40%.
Pero las matronas no solo se ocupan de la asistencia en el nacimiento, su misión es integral. El acceso universal a la salud sexual y reproductiva segura, aceptable y de buena calidad, especialmente el acceso a los anticonceptivos y a la atención de la salud materna, reduce los índices globales de mortalidad materna.
Como asegura Teresa Ball, del Hospital Princesa de Gales en Birmingham (Inglaterra), en la revista Nursing Standard, "las matronas desempeñan un papel fundamental en la protección de los niños y la prevención de las prácticas de mutilación a través de la educación en las comunidades donde se practica".
“Más matronas, menos cesáreas”
En los países desarrollados, como España, la matrona debe formar parte del equipo sanitario que atiende a la embarazada. Sin embargo, en Andalucía, una de las comunidades autónomas con menos matronas por mujer, estas profesionales han convocado la Marea Rosa para denunciar que sus funciones acaban desempeñadas por médicos o por enfermeras sin formación específica, en detrimento de la salud de la madre y el niño. Cristina Martínez, presidenta de la Federación de Asociaciones de Matronas de España (FAME), asegura que esto lleva a “una desigualdad entre los servicios prestados en las diferentes comunidades autónomas”.
Uno de los eslóganes que resuenan en las manifestaciones es “más matronas, menos cesáreas”. Su argumento se basa en que una mayor prevención desemboca en una menor intervención y, por lo tanto, menos cesáreas y episiotomías –incisión en el perineo que evita su desgarro durante la salida del bebé–. Para Martínez, “en España es normal darle más importancia a la cirugía que aconsejar a la mujer sobre buenos hábitos para su embarazo, y son igual de importantes, porque revierten en la salud del feto y de la madre”.
Sin embargo, otras voces aseguran que el número de cesáreas y de episiotomías que se realizan es el adecuado. Para María José García Rodríguez, Supervisora de Área Funcional de Cuidados Obstétricos-Ginecológicos del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid, “cada intervención tiene su especificación de uso y como tal deben ser utilizadas”.
Ana, que lleva 40 años trayendo niños al mundo, prefiere que su nombre real no se cite en este reportaje, “porque lo que yo diga no debe sentar cátedra”. A pesar de ello, se presta a dar su opinión, la de una experta matrona y profesora de clases de preparación al parto en un centro de salud público: “Las cesáreas se hacen para reducir el sufrimiento del bebé. A veces se podría conseguir que la mujer diera a luz con un parto vaginal, pero para ello habría que comprometer la salud del feto, y eso es inadmisible”. En cuanto a la episiotomía, declara que hoy solo se usa para prevenir de un desgarro, “que es más peligroso”.
Lo que mucha gente desconoce es que en un parto normal, quien asume el peso del proceso asistencial es la matrona, no un ginecólogo. Para Ruiz, “una de las modas que más daño nos ha hecho fue aquella de que el parto lo llevara un médico y no nosotras”. Martínez asegura que en España existe un desequilibrio entre el número de matronas y ginecólogos que no se da en el resto de Europa.
Velar por los intereses y la capacidad de decidir de la embarazada es otra de sus funciones. Ruiz explica que su gremio tiene que enfrentarse a veces al resto del equipo médico, por lo que “muchas matronas son tan víctimas de la violencia obstétrica como las propias mujeres”.
La violencia obstétrica es, según la OMS, la que se ejerce cuando la mujer no tiene derecho a elegir sobre su parto ni sobre su embarazo. La presidenta de la FAME es tajante al respecto: “Las mujeres deben poder decidir sobre cómo y dónde parir”.
Parto normal ¿en casa?
“Si la mujer quiere dar a luz en casa, ha de haber profesionales que la asistan. ¿Esto es un retraso? No, tenemos declaraciones de la OMS diciendo que el parto en casa es seguro siempre y cuando lo realice un profesional que identifique situaciones de anormalidad. Necesitamos matronas que asuman esta demanda”, continúa Martínez.
Según Lola Ruiz, “en Reino Unido, donde el parto en casa está generalizado, e incluido dentro de las prestaciones sanitarias, las matronas tienen mucho más prestigio y autonomía”. Ambas coinciden que esto solo es recomendable en caso de parto normal, que no presenta complicaciones ni situaciones de riesgo.
Precisamente en Inglaterra, la Secretaría de Estado de la Salud ha presentado recientemente una investigación sobre las 12 muertes producidas en el hospital Morecambe Bay, en el que, entre otras irregularidades, matronas apodadas 'Las Mosqueteras' perseguían el parto normal “a cualquier precio”. El informe asegura que, de haber actuado correctamente, la tragedia habría sido evitable.
La veterana Ana opina que el tiempo que transcurre entre la detección de una anomalía y la intervención quirúrgica puede marcar la diferencia entre la vida o la muerte, por lo que parir en casa es un riesgo innecesario, fruto de una moda. “Siempre hay una minoría que quiere ser diferente a la mayoría. Antes, cuando todo el mundo paría sin epidural en hospitales de la seguridad social o en casa, la minoría adinerada se pagaba su anestesia en clínicas privadas. Ahora que todas las mujeres tienen acceso a la epidural en el sistema público, una minoría la rechaza, cuando parir sin dolor es uno de los mayores avances de la ciencia médica”.
Para acompañar en el parto ¿doulas o matronas?
Tanto en el hospital como en casa, las matronas ejercen una responsabilidad sanitaria indispensable. Pero hay otras figuras que ofrecen, a semejanza de las antiguas comadronas, apoyo emocional y consejo a la embarazada. Estas mujeres, las doulas, han provocado una polémica entre quienes consideran su presencia beneficiosa y quienes alertan de los riesgos que representan.
La FAME se ha posicionado en contra de esta práctica “intrusista”. Para su presidenta, “una matrona realiza un duro trabajo de formación en el que tiene que ser excelente, porque solo las mejores pueden acceder a la especialidad. Que personas sin formación realicen las labores de apoyo y hagan preparación al nacimiento vulnera la seguridad de las mujeres”. Asegura, además, que el acompañamiento emocional que ofrecen las doulas no sustituye a los cuidados médicos proporcionados por las matronas.
Para Lola Ruiz, la figura de la compañera no afecta a su profesión, y señala que el problema lo provocan “las que cobran por ello o ejercen intrusismo, porque todo negocio debería estar regulado”.
Según la experiencia vivida por Ana en sus clases de preparación, el auge de las doulas se explica por una excesiva inseguridad de las mujeres de hoy en día, que “creen que necesitan un título para todo, también para parir y dar el pecho. Mis alumnas siempre me dicen, preocupadas, que ellas no lo sabrán hacer bien. ¡Claro que lo harán bien, pero se sienten solas! Yo les insisto en que, por encima de todo, estén seguras de sí mismas”.
La lactancia también es cosa de hombres
El contexto de trabajo de una matrona es femenino, sin embargo algo más de un 2% del colectivo está formado por hombres. Marcos Camacho sabía a los 15 años que quería ser comadrón. Prefiere este término porque significa “con la madre”, que es, según este almeriense, su principal cometido. Camacho nunca ha sentido rechazo por ser hombre. “Si tratas con respeto, no hay problemas”.
Colabora con el grupo de apoyo a la lactancia materna en el que también participa el Hospital de Torrevieja, donde trabaja. “Mi papel es fomentar la lactancia y aconsejar a la mujer, tanto si da el pecho como si no”.
La lactancia materna es beneficiosa tanto para el bebé como para la madre: previene enfermedades, establece un vínculo para el desarrollo intelectual del niño y ayuda a combatir la depresión posparto. Y también para la sociedad, pues “supone menos ingresos hospitalarios, menos medicación y, por tanto, un ahorro económico y menos contaminación medioambiental”, dice Camacho.
Su oficio, lo ejerzan hombres o mujeres, no solo ha permitido a la especie humana perpetuarse, sino que, hoy en día, sigue siendo tan necesario como durante el alumbramiento de aquellos primeros Homo sapiens que venían al revés que el resto de los animales. Todo indica que las matronas, probablemente, las profesionales con más solera del mundo, seguirán resultando imprescindibles algunas eras más.
Para el paleobiólogo Juan Luis Arsuaga, el dolor del parto es inherente a la evolución de la especie. “Dos dificultades lo hacen más doloroso que el del resto de los primates: el tamaño del cerebro y el canal del parto”, explica a Sinc el catedrático de Paleontología de la Universidad Complutense de Madrid y director científico del Museo de la Evolución de Burgos, que habló sobre la aventura evolutiva del parto en su libro El primer viaje de nuestra vida.
Otro problema del Homo sapiens es el tamaño de su cráneo: “Somos cabezones y esto provoca un parto más ajustado. No sucede así en otros primates, como los chimpancés, cuyo parto es muy simple porque son muy grandes y el cuerpo crece más deprisa que la cabeza”. En cuanto a los neandertales, pese a que el procedimiento del parto era el mismo, sus caderas anchas harían el trance más fácil.
Desde que Lucy, nuestra madre Australopithecus, se puso de pie, se modificó el canal del parto. “En el resto de los primates es recto, pero en las humanas el útero y la vagina forman un ángulo de 90 grados. Además, el canal del parto tiene la forma de un cilindro retorcido que cambia de diámetro, como un tornillo doblado”.
Ser cabezones, además de condenar a las madres a parirnos con dolor, nos obliga a nacer desvalidos. "Si cerebro se desarrollase de manera óptima antes de nacer, el bebé no podría atravesar el canal del parto“, aclara.
Esta debilidad alarga la crianza, lo que quizá propició la menopausia. "Puede ser más rentable que las energías de las hembras adultas se utilicen en la crianza de sus nietos que en dar a luz a bebés que no pueden terminar de criar“, concluye el paleobiólogo.