Desde Asturias han cuestionado científicamente una de las causas que influyen en la salud de la ubre. Y después de tres meses de “embestidas científicas” con las dos figuras de referencia en materia de máquinas de ordeño a nivel mundial, un grupo de investigadores de la Universidad de Oviedo y del Centro Técnico Veterinario La Espina ha traído a España por primera vez al Comité Científico de la Federación Internacional Lechera (IDF-FIL) que establece la normativa que se aplica a las máquinas de ordeño.
La mastitis supone una pérdida de calidad de la leche y trae aparejadas unas penalizaciones económicas que, en muchos casos, suponen la diferencia entre una explotación rentable y la bancarrota. Y la hiperqueratosis de la punta del pezón es uno de los aspectos que favorece el desarrollo de la enfermedad. “Hasta ahora se creía que uno de los factores de riesgo que provocaba la hiperqueratosis era la sobre-presión. Y hemos demostrado, con más de mil mediciones tomadas durante el ordeño, que el indicador realmente importante es el vacío residual de masaje”, afirma Miguel Ángel Pérez García, profesor de Tecnología Electrónica de la Universidad de Oviedo y coordinador de la investigación.
¿Cómo se calcula el vacío residual de masaje? Como explica Rafael Ortega, veterinario del Centro de La Espina (Salas) que ha contribuido a la investigación, es la diferencia entre el vacío que se produce en el colector en flujo máximo (durante el primer minuto de ordeño) y la fuerza de colapso de las pezoneras, (cuando las paredes de goma se tocan y deja de fluir la leche). Se trata de dos estados que se producen sucesivas veces durante el ordeño. Precisamente el científico que definió estos conceptos, Graeme Mein, ha sido una de las figuras que se ha interesado por los resultados asturianos. “Tanto Mein como Douglas Reinemmann, Coordinador del Comité de Máquinas de Ordeño de la IDF-FIL, se pusieron en contacto con nosotros a raíz de haber expuesto estas conclusiones el pasado septiembre en un congreso en La Haya”, afirma Miguel Ángel Pérez.
Explotación modelo
El origen de las conclusiones ha sido un Proyecto de Investigación del Plan de Ciencia, Tecnología e Innovación del Principado (PCTI) que tiene como objetivo obtener un modelo que permita a los ganaderos “rastrear” los factores que influyen en su producción lechera para mejorar la rentabilidad. O, lo que es lo mismo, ver cómo quedaría cada tapiz si se “tira” de cada uno de los cabos del entramado.
Como explica Miguel Ángel Pérez, “Hay una gran cantidad de factores que están interrelacionados y que recoge la investigación, como el confort de las vacas, la cualificación del personal, el nivel de limpieza y el tiempo de ordeño, entre muchos otros”. De hecho, el modelo que están desarrollando tiene en cuenta incluso la genética de los animales, porque no todos responden de igual forma a las modificaciones que introduzca el ganadero.
El proyecto, que ha recibido una ayuda de 111.000 euros del PCTI, se nutre de trabajos previos del grupo que han dado lugar a dos patentes que están en fase de internacionalización, como son la creación de un sensor que mide durante el ordeño las células somáticas en la leche (un indicador de la presencia de mastitis) y que permite detener el proceso para no verter al tanque común la leche contaminada. “Un sensor de este tipo, que ofrece los resultados ya desde el momento del ordeño no tiene precedentes a escala internacional, y estamos convencidos de que tiene grandes perspectivas de comercialización a corto plazo”, explican los investigadores.
Desnatada desde la ubre
Por una cuestión de biología, indica Rafael Ortega, al inicio del ordeño la vaca produce leche con sólo un 0,5% de grasa, y el nivel va aumentando hasta llegar al 10%. En esa característica se sustenta una de las aplicaciones más sorprendentes del trabajo conjunto entre el Grupo de la Universidad y el Centro Veterinario: obtener leche desnatada, semidesnatada y entera directamente de la ubre. “Rocío Muñiz Vega [investigadora del Grupo] ha iniciado la línea que nos ha permitido diseñar un sistema que detecta el índice de grasa durante el ordeño. Y obtener distintos tipos de leche ya en origen es tan sencillo como automatizar un proceso para conducirla a distintos tanques en cuanto avisa el sensor”, afirma Miguel Ángel Pérez.
Aunque esta patente también está en fase de internacionalización, su traslado al mercado aún está un poco lejos, puntualizan, porque sería necesario adaptar la estructura productiva. No obstante, la aplicación más directa de este sensor es que el ganadero conozca rápidamente el índice de grasa de la leche, que es un indicador de calidad. En tiempos duros para la producción de leche, Asturias explora nuevas “vías lácteas”.
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