La población de urogallos de la Cordillera Cantábrica continúa disminuyendo, y la ecuación que permite explicar por qué aún no está completa. Pero éste no es el único síntoma de las amenazas que cercan los ecosistemas cantábricos: el cambio global, la caza ilegal o la fragmentación del territorio natural son otros depredadores que se alimentan de la propia Naturaleza. Una plantilla de investigadores en expansión ya está trabajando desde el Instituto Cantábrico de Biodiversidad para contribuir a conservar la riqueza biológica, tanto de Asturias como de otros lugares del mundo.
“La Cordillera Cantábrica es un lugar excepcional en el que aún podemos observar algunos de los hábitats y de las especies que ya son muy difíciles de encontrar en la Europa occidental. En estas montañas encontramos además organismos y sistemas que nos sirven como modelo para elaborar respuestas a determinadas preguntas relacionadas con la ecología y la conservación”, afirma María José Bañuelos, investigadora del ICAB.
Entre los organismos que estudia el Instituto, la investigadora señala osos, lobos y urogallos, pero también anfibios, peces e invertebrados, así como plantas leñosas y herbáceas. En cuanto al urogallo, María José Bañuelos destaca: “En los últimos veinte años han desaparecido más de la mitad de los urogallos que había en la cordillera cantábrica, y han perdido más de la mitad del área que ocupaban. Y muchas de las causas de este proceso aún no están claras. Es nuestra obligación intentar aportar algo de luz a este tipo de problemas”, afirma.
Los científicos del ICAB continuarán su trabajo para conocer, por ejemplo, cuáles son los problemas de los individuos y los grupos para relacionarse entre sí, algo que puede influir en la variabilidad genética y, por tanto, en la buena salud de las especies. Pero su trabajo no se limita a la Cordillera: investigadores del Instituto colaboran en proyectos internacionales que estudian ecosistemas de EEUU, Suecia o Finlandia. Y es que la relación de estos países con la fauna de los montes asturianos es mucho mayor de lo que puede parecer a primera vista. “Una de las ventajas de acometer este tipo de proyectos internacionales es que podemos observar cómo los problemas globales afectan a las especies de forma muy similar”, explica Paola Laiolo, investigadora del ICAB.
Cambio climático
Prever cómo afectará el cambio climático a las especies cantábricas es una de las piedras angulares del Instituto, que contará con un observatorio específico para ello. Como explica José Ramón Obeso, catedrático de Ecología de la Universidad de Oviedo, los investigadores harán un seguimiento continuo de los indicadores o “pistas” que señalan cómo está afectando el cambio a los ecosistemas cantábricos.
El seguimiento se hará, “por ejemplo, a través de la elaboración de censos de animales que sean buenos indicadores del cambio, como insectos, aves, anfibios y vegetación de alta montaña”, señala el catedrático. Además, también observarán los efectos del cambio global sobre especies emblemáticas, como el oso o el urogallo.
En esta línea trabaja, entre otros científicos del Instituto, Paola Laiolo. Esta especialista en aves estudiará cómo las condiciones meteorológicas influyen en las especies alpinas presentes en la Cordillera. Y para extraer conclusiones, registrará los movimientos de las aves, su dieta, la competencia por el alimento, el uso del espacio y su condición física.
Un Instituto en crecimiento
Por ahora, el ICAB reúne a una plantilla de dieciséis investigadores y dos técnicos que continúa en expansión. “Esperamos conocer próximamente el resultado de la evaluación por parte del CSIC del Proyecto Científico y el Plan Estratégico del Centro. Eso permitirá la firma del segundo acuerdo, ya definitivo, entre las tres entidades que impulsan el ICAB: el Gobierno del Principado, a través del PCTI, el CSIC y la Universidad de Oviedo”, afirma Paola Laiolo.
Mientras tanto, los científicos del Instituto continuarán su trabajo, del que puede leerse más en www.uniovi.es/icab. Aspiran a contribuir a conservar todos los escalones de la naturaleza cantábrica: desde los valles, lagos, cordales y ríos que ocupan los ecosistemas hasta lo microscópico, que está codificado en la riqueza genética de los organismos, pasando por las poblaciones y las especies.